Ya corre el cartel anunciador de la corrida de toros homenaje al desaparecido diestro segoviano Víctor Barrio, abriendo el portón para recordar su vida, su obra, su profesión, su memoria y su fatal destino en la plaza de toros de Teruel. El homenaje con que Valladolid se entrega en cuerpo y corazón es una prueba más de la gallardía y el apoyo a la fiesta que, aunque marginada por políticos sin alma, es el pueblo quien se sobrepone a la contrariedad para unir a todos en la figura y memoria por la sangre y la vida derramada en el crisol de arena y nada.
Este cartel está pintado por el artista mallorquín, Miguel Barceló y su creación representa el torbellino de un toro acechando en el centro del universo que supone siempre una plaza para cuantos dan y entregan su vida al juego eterno del hombre con el toro. Es un ojo de arena y su pupila central de riesgo y triunfo, solidaridad y grandeza, pero también de muerte.
La corrida homenaje a Víctor Barrio en la plaza de Valladolid es un canto sincero a la diversidad y un recuerdo en memoria de quien entregó su joven y esperanzada vida, truncada por la guadaña de la muerte, una trágica tarde en el resol de Teruel. Sus compañeros, diestros toreros, todos ellos representan al amplio abanico de generosidad y apoyo de todos los demás, subalternos, banderilleros, picadores, matadores, novilleros, becerristas, ayudas, apoderados y mozos de espadas, pero también de pintores, artistas y de quienes juntamos las letras cada día para contar y cantar en un medio de comunicación lo acontecido en los toros. En esta ocasión, puede la subjetividad porque se realza la figura de un hombre, un torero, que bregó y luchó en todas las plazas a donde expresó su arte de verdad y sentimiento, tal y como hacen todos y cada uno de sus compañeros cada tarde, cada momento, en cada instante.
La cita es a las seis en punto de la tarde del día 4 de septiembre, domingo, y en la llamada sus compañeros Juan José Padilla; José Tomás; Morante de la Puebla; El Juli; José María Manzanares y Talavante son los encargados de llevar la antorcha, la vela encendida de un compañero de vocación como fue Víctor Barrio. Por él y su memoria merece la pena recordar, pues recordar es volver a vivir.
Y entre los lances de capotes y muletas, colorido de una gran tarde, el viento difuminará la sonrisa y traerá a todos el recuerdo de Víctor Barrio. Y tronará el aplauso agradecido de una afición y un público emocionado que cree y admira la fiesta de toros, sobrepuestos a la dificultad amarga, pero unidos todos en un eterno abrazo de amor.
Valladolid nos llama. ¡Allá vamos!.
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