Sigue coleando entre el mundillo taurino la pretendida prohibición para que los enanitos que intervienen en el «Bombero torero» sean obligados a dejar, por decreto ley de imposición, reciclaje y palo y al tablao, una profesión tan importante o más que cualquier otra, pues desatar la sonrisa de los niños con sus cabriolas, acciones, toreo y decisión está lejos del alcance de muchos de nosotros.
Este grupo de enanitos toreros que alegran las fiestas de los pueblos toreando un eral en la plaza y llevando a efecto sus números de gracejo, alegría y sonrisas merecen todo el respeto y consideración. Pero para ello estaría la decisión de pueblos y ciudades que lo consideren y que sean contratados para intervenir y ofrecer su espectáculo torero, taurino pleno de interés y emoción. Esa sería una muy buena medida para protegerles, ayudarles, comprenderlos y apoyarlos.
Ellos han dicho que están ya hasta la montera y piden ‘»respeto y libertad, señores políticos, asociaciones y chiringuitos subvencionados’, ante una situación que roza la indefensión: ‘Ya estamos hartos’. El grupo a través de su portavoz, Daniel Calderón reitera con sus palabras: «Déjennos trabajar, somos profesionales taurinos y no queremos limosnas, porque somos felices, nos sentimos realizados y de ninguna manera denigrados».
En su opinión, este circo político tan sólo tiene una motivación y es el final de la Tauromaquia en todas y cada una de sus versiones: ‘Nos quieren enterrar, pero estamos más vivos que nunca, apúntate a la Marea de «Diversiones en el ruedo», animan desde este colectivo taurino.
Los enanitos toreros son toreros artistas como cualquier otro. Y ellos quieren demostrarlo en su lucha que continúan como quijotes frente a los molinos de viento que cualquier día dejarán de mover sus aspas de prohibición.
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