¡Las mujeres y los niños primero!. Era el grito dado por el responsable de una nave cuando ésta hacía aguas por cualquiera de las circunstancias y estaba a punto de irse a pique, pero siempre el capitán aguantaba hasta el final, hundiéndose en el proceloso mar junto al barco que dirigía.
La noticia que corrió por todas las redacciones de medios digitales y sus respectivos rebotes en blogs, webs, páginas de la más variada índole ha sido que Manuel Jesús El Cid, el torero de Salteras, había decidido abandonar el Grupo de los 10, fea denominación por poco torera, creado no hace tanto tiempo con el fin de defender, entre otras cosas, la difusión y gestión de derechos de imágenes de dicho colectivo a través de la televisión. Dicho grupo está conformado, además de por El Cid, por los matadores de toros Enrique Ponce, José María Manzanares, El Juli, Morante de la Puebla, Miguel Ángel Perera, Cayetano, El Fandi, Alejandro Talavante y César Jiménez.
Parece ser que el objetivo primero de este colectivo no se ha llevado a cabo tal y como se acordó, ya que El Cid considera que hay que defender los derechos e intereses de todos los matadores de toros, no sólo de unos cuantos. Y entonces, ¿para qué se creó el grupo?, pensará más de un aficionado. Casi mejor si hubieran integrado sus esfuerzos en el colectivo de matadores de toros, creyendo en su propio trabajo, y dedicación defendiendo a todos, pero muy especialmente a aquellos que no tienen tantas posibilidades como este club selecto y selectivo en mejorar sus contratos por intervenir en las plazas de toros.
La nómina en estos momentos de diestros con la categoría de matadores de toros supera los dos centenares y si no, véase por curiosidad la lista desde «Abad Briega, Víctor hasta Zúñiga del Corral, Edgar Javier«, que aparece en el registro de profesionales taurinos del Ministerio- . Añádase a estos los novilleros con caballos y sin ellos, los rejoneadores y otros profesionales taurinos y el elenco es muy pero que muy amplio e importante.
Muchos de estos matadores, una gran mayoría, tienen en su esportón tan solo la corrida de la alternativa y pare usted de contar. Aquel día que vivieron con intensidad y de forma muy especial en su vida, anhelantes porque pensaban dedicarse a una profesión que les tenía enganchados, pero que la cruda realidad, la escasez de contratos los aparta y empobrece, echándose a perder todo el período de tiempo dedicado a su formación como becerrista, novillero sin caballos o con ellos. Bastantes de ellos encuentran acomodo y seguir en la brecha participando como subalternos, pero los hay que han desistido y abandonado por la fuerza y ausencia de dote económica, amén de otras causas.
Todos ellos conforman gran parte de la tripulación del barco, trastlántico o crucero que es la Tauromaquia, en una u otra actividad y participación junto con los empresarios, ganaderos y espectadores. Por eso es imprescindible que adopten la medida de creer en cuanto hacen, de tener fe y provecho para ejercer en el sitio que a cada uno le toque con la dignidad debida, máxime ahora que hace aguas por piteras y bochinches que se van agrandando cada vez más, antes que todos sean engullidos si se ven abandonados por el público.
La decisión comentada de Manuel Jesús El Cid hace mella en el grupo que llamaron el G 10 y si ello significa replantearse las cosas, los objetivos y los contratos, mejor que mejor.
Igual que el grupo de banderilleros parece más unido y fuerte, el de matadores necesita la unidad verdadera, no la de boquilla y abrazo sin sentido, sino la del encauzamiento de intereses comunes, incluso con cesión de actividad en favor de aquellos quienes menos la ejercen.
Foto: Fermín Rodríguez
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