Miguel Abellán y Juan Diego han salido a hombros esta tarde en la feria de San Agustín de Toro, tras cortar dos orejas a sus ejemplares. Por su parte, Juan José Padilla que sustituía al anunciado Finito de Córdoba cortó una oreja al cuarto de la tarde. Se lidiaron toros del Conde de Mayalde, nobles y flojos, excelentemente presentados, en una corrida de corte goyesco, perfectamente organizada y puesta en escena en el formidable marco de la plaza de la ciudad de Doña Elvira, ante un público que llenó algo más de tres cuartos de plaza y que guardó un minuto de silencio en memoria de Manolete.
Primero hay que decir que Padilla tiene en su esfuerzo el reconocimiento por cuanto hace ante la cara del toro, pero lo que no parece de recibo es instar, incordiar, vocear e incitar al público, antes de ser arrastrado por el tiro de mulillas, a que siga reclamando más trofeos para el diestro por la labor realizada, tal y como hicieron hoy miembros de su cuadrilla. La presidencia, ocupada por Rafael San José con el asesoramiento de Sevillano, con muy buen criterio, amonestó por su actuación a los subalternos. Juan José Padilla recibió al que abrió plaza un «chorlito» de 547 Kg. de romana con un susto al perder el capote en los lances de apertura. El animal se vencía por el pitón izquierdo con cierto peligro, anunciando esta contrariedad en dos ocasiones. Sin embargo, el torero porfió en el error y recibió el lógico tarantantán en el pecho con la pala del pitón que sonó seco y fuerte, produciendo el dolor al diestro. Tras cuadrarle, le recetó una estocada entera que tiró por tierra al animal, recibiendo aplausos del respetable.
En el cuarto de la tarde quiso sacarse la espina y estuvo más bullicioso que de costumbre, citando con la ventaja del pico y descolocado. Y antes había intentado un quite por delantales de infausto recuerdo. Banderilleó con tres pares al toro, poniendo los rehiletes también al violín, entre los sones de la música. Con la muleta se vio la violencia del animal al embestir, llegando incluso a desarmarle y achucharle más de lo debido pero que él solucionó con el valor que le caracteriza, dando un cabezazo en el lomo del toro, un «carcelero» de 491 Kg de peso. Se perfila y receta una estocada caída de efecto fulminante que tira al toro por tierra sin puntilla.
Luego vendrían los problemas porque se pedía la segunda oreja para el torero, más por su cuadrilla que por el público, por una faena en la que torear, toreó demasiado poco, aunque con mucho valor. Pero eso no era suficiente para merecer la puerta grande de Toro, por mucho que se vocee.
Miguel Abellán en su primero ni lo quiso ver. Era un castaño de nombre «joyero» que hizo honor a su apelativo. Lo lidiaron sin orden ni concierto, y el diestro ni lo intentó, mostrándose afligido y desentonado. Ni unos pases de trasteo por bajo para ver cómo evolucionaba… Nada de nada. Montó la espada y lo despachó entre la pita del personal.
Pero salió el quinto de la tarde, «estafador» de 526 Kilogramos y lo recibe en el tercio, enjaretándole dos largas y el remate mirando al tendido. «Ahora sí va a ser, Abellán»- le gritó una mujer desde la grada. Y así fue. Se le notaban las ganas de desquite. Miguel quería hacerlo bien y además el toro iba largo. Dándole la distancia que pedía le instrumentó dos series por la derecha con instantes muy bellos. Acabó con un desplante ante el noble bruto y antes de matarlo le dio unas manoletinas y abaniqueo por la cara realmente bonitas. Cuadra al ejemplar y se tira al morrillo con fe y entregado, consiguiendo una estocada hasta los rubios que echa por tierra al de Mayalde. Las dos orejas cayeron en su esportón y el público ovacionó con fuerza al toro en el arrastre.
Completaba la terna el salmantino Juan Diego que toreó muy bien con la capa al primero de su lote, echando la pata alante como marcan los cánones en unos lances de recibo muy aplaudidos. Brindó la muerte de este toro al alcalde, Jesús Sedano, que estaba en una barrera del tendido. Sus series fueron cortas, dosificando el fuelle del toro, pero efectivas y rematada con una media algo contraria de efecto fulminante, por lo que fue premiado con dos orejas.
En el que cerraba plaza, otro «chorlito II» que impactó violentamente contra la barrera, lo brindó al público y aunque con poco recorrido, estuvo aseado en su faena. Pinchó arriba en dos ocasiones, antes de lograr estoquearle, con lo que tan sólo recogió los aplausos del público.
Y San Agustín terminó. La feria de Toro más bonita de los últimos tiempos, con toros irreprochablemente presentados, haciéndose bien las cosas, con seriedad, orden, afición y profesionalidad en un recinto taurino singular que guarda en su tejado desde ayer una bota de vino de un espectador, pues tras lanzársela a Padilla, éste echó un trago, y se la devolvió con tal fuerza que encajó la bota en el tejado. Para que luego digan que el vino de Toro no es reconstituyente ni da energía y vigor. Preciosos los trajes de todos, colorido y recuerdo de otra época. Hasta la tralla del arrastre y el adorno de las mulillas tuvieron momento en las fiestas en honor de San Agustín que ya cierran la puerta grande de un corral de toros hasta la próxima. Ah! Y que no se me olvide: La banda de música «La lira» de Toro, dirigida por el maestro Casimiro García atronó en el lugar y llenó los aires de pasodobles interpretados con gracia y armonía en todas las tardes de feria.
(Reportaje gráfico de MIGUEL DE CASTRO)
Deja una respuesta