Raro era el pueblo, el momento y el lugar en donde los chavales no jugaran al toro por sus calles, como uno más de los múltiples juegos que había entre los infantes antes de entrar la técnica formidable de viodeoconsolas, televisiones de plasma, imágenes y sonido absorbentes y el cambio de costumbres entre los seres humanos, con padres supreprotectores y cuidadosos de objetos con los que podían jugar y no sus hijos con otros niños.
Uno de los aspectos más considerados en nuestros pueblos era el juego de los toros en el que todos de alguna forma hemos participado en nuestra infancia. Unos cuernos limpios y sujetos con un palo servían perfectamente para correr por las callejuelas y las plazas y pasar un rato de jolgorio, diversión y entretenimiento que a la postre era lo que todos buscábamos. Y así, chicos y chicas de varias edades gritaban, corrían, voceaban, se subían a una ventana, a una reja o esquivaban con el quiebro el ímpetu de la embestida de aquel que hacía de toro.
Ahora, muchos programas de los pueblos llevan en su organización un denominado «encierro ecológico«, denominación desafortunada y más propia de quienes tienen algo que ocultar o esconder, en sustitución de aquellos «encierros infantiles» con chotillas que no llegaba a eralitas pero que se desplazaban a una velocidad endiablada, como rayos, y sobre todo el que es objeto de este reportaje y que llaman «encierro de toras» en las que una organización como el patronato del Toro de la Vega viene acercando a todos aquellos pueblos en los que se les reclama. Últimamente Torrecilla, Marzales, Ataquines, Villalar de los Comuneros; San Cebrián de Mazote o mañana mismo Serrada y dentro de unos días La Mota del marqués son sitios en donde por sus calles el equipo humano del patronato acerca a los chavales la fiesta de toros, corriendo sus toras entre el alborozo de chicos y grandes y además adobándolo con una inusitada animación realizada por Miguelito Abril, «divisas» quien, micrófono en mano, alegra la jornada.
En los momentos de pausa, pues los chiquillos son incansables, posan ante las reses lidiadas con arte, afición e indudable compostura torera como el chiquillo de la esquina que ya manifiesta un orgullo propio de su hazaña, al haber toreado un morlaco como el que tiene al lado. Mientras, una de las niñas participantes se acerca medrosa, pero venciendo el miedo como buen torero, a ver si son o no de verdad los animales que tanto corretean y con esos cuernos, llevados por unos aficionados que acercan cada día un poco más la tauromaquia a los niños.
Es motivo de interés y de consideración que fomentar entre los más pequeños la fiesta de toros también puede y debe hacerse con este método lúdico, jocoso y entretenido explicado, para acercar con un juego de niños los toros a toda la comunidad pequeña de aquellos pueblos en la espera de que algún día puedan verlos de verdad. Y aquí es merecedor de reconocimiento la labor de este grupo de personas que con su esfuerzo y su dedicación, también se la muestran en reunión simpática a los chiquillos.
Foto: José Carpita/Patronato del Toro Vega
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