Tanto habían hablado del Coliseum de Burgos y de su Feria taurina que en esta temporada la organizaba un hombre conocido en el mundo taurino y al que aprecio sinceramente desde que nos conocimos, Carlos Zúñiga, que decidí ir personalmente a comprobar, ver el nuevo recinto y oír en aquella acústica donde los gritos de los espectadores parecen olés desgarrados y atronadores, mientras que los sonidos de las charangas peñeras es un pandemónium de rock and roll taurino de considerables dimensiones.
Se ve que, como decía don Hilarión en la Verbena de la Paloma «los tiempos adelantan que es una barbaridad». Pues sí. Y a estos señores de Burgos se les ocurrió un día cubrir la plaza de toros de El Plantío, colocarla una visera de hierro y cristal, cerrarla totalmente, dar iluminación artificial al coso y , ¡ale hop!, a juntar churras con merinas. Es decir toros con deportes, actividades con esa rimbombante denominación de Centro multicultural, muy al uso en la expresión para los tiempos que corren, a fin de tener un sitio a cobijo de aguas y vientos que no solo se dedicara a los siete días al año de feria taurina, sino a llevar a él conciertos, juegos de mesa, juegos deportivos, baloncesto, balón mano y saltos con motos de piruetas y volatines. Incluso la carpa, el escenario de un gigantesco circo en que se ha convertido la vieja plaza del Plantío que yo conocí, siempre y cuando lo autoricen los vigilantes escrupulosos del bienestar animal que no de las personas.
De todos modos, como en Burgos al frío lo llaman fresco y este año ha sido sustituido por un calor sofocante, además del ruido infernal que se produce con el bullicio entre toro y toro, al echar aire a la vez todos los músicos de las pandas, la locura acústica bien puede parecerse a un concierto de los U2 en que los oídos suelen sangrar si estás cerca de uno de los altavoces. Aquí, si hablas con el de al lado, acabas ronco y si escuchas, acabas de los nervios, pues el nivel de decibelios de sonido debería haberse medido por los servicios de protección civil o de la policía municipal para la consabida protección de tapones farmacéuticos o sanitarios.
Me reía en uno de los apartes de la lidia de esta tarde, con mi buen amigo Marco Antonio Hierro, el director de Cultoro, cuando yo mismo le decía que si alguna vez uno de nuestros medios tenía posibilidades económicas mejores, para contratar a un redactor y soltarle en esta tarea informativa, había que llevarle acreditado toda la feria de Burgos, para que espabilara. Si salía indemne de ella, sería buen crítico taurino. Porque el sonido que se percibe en Burgos durante los toros retiembla el epigastrio.
Otro defecto que he apreciado es que los espectadores de la primera fila de los tendidos bajos deben ver los toros como las monjas. Y me voy a explicar, aunque fijándose en la fotografía, el sagaz lector ya capte la razón. Verán. las monjas de clausura para ver y no ser vistas miran al exterior a través de ventanas con celosías. Pues algo así han puesto de separación del tendido en Burgos los ocurrentes artistas. Una celosía, un entramado de mallazo metálico que no permite la visión completa de la faena del torero, salvo que se encuentre en el lado contrario a donde uno está asentado. Ví desde ese sitio con una amable agente de protección civil de Burgos dos de los toros lidiados y era curioso contemplar las oscilaciones de cabeza de muchos espectadores para poder ver el toreo de los diestros, incluso nosotros que estábamos de pie, no veíamos la faena completa, aunque siempre alargando el pescuezo para poder hacerlo.
En fin, muchas cosas deberían mejorarse para que el Coliseum de Burgos, rimbombante nombre con el que han bautizado a la vieja plaza de toros burgalesa de El Plantío, entre a formar parte del circuito taurino con todas las garantías y con el amor puesto por unos arquitectos e ingenieros a los que les gustarán los toros, pero que no han tenido en cuenta el análisis profundo que precisa una plaza para que los espectadores vean, se sientan cómodos, disfruten y vuelvan de nuevo otro día a la corrida. De todos modos, una vez terminada definitivamente la obra, ya veremos el resultado final.
En cuanto a la Feria, éxito de organización a cargo de la nueva empresa que explota el coso, de asistencia de público y ojalá de venta de entradas que den la medida para continuar en esa línea de calidad que los Zúñiga se han propuesto. Por lo demás en Burgos han hecho demasiado deportiva la fiesta de toros.
Fotos: Jesús López
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