La verdad que llegar a estas alturas de la temporada cuando las espectaculares y abundantes tardes de toros por esos pueblos y ciudades han dado prácticamente fin, a falta de San Lucas en Jaén y la corrida de cierre del Pilar en Zaragoza, últimas de las boqueadas que quedan en el calendario, se hace la hora de recoger algunos de los momentos vividos o conocidos que no tuvieron oportunidad en su día por razones de la actualidad, pero que, sin duda, hay situaciones dignas de revivir y contar para saber cómo se estructuran muchas de la cosas en este fantástico y genuino mundo de los toros.
No tardarán en empezar las jornadas, los coloquios, las entregas de premios a cuantos han participado en la fiesta, bajo la socapa de un invierno que se nos promete frío y desangelado merced a los precios, el trabajo escaso y la falta de incentivo en muchas personas, más desilusionadas que otra cosa con quienes confiaban en que les iban a ayudar, a sacar las castañas del fuego y, ya se sabe, como dice El Quijote, que no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas ni remedio en los males. Pues eso aplíquese a la situación actual por la que se desenvuelve el mundo taurino y obtendrán muchas de las aclaraciones precisas.
Pero a lo que vamos.
A Fernando García Rodríguez, el hijo de Adelaida Rodríguez García, la ganadera cuyos toros han dado buen y espectacular juego en las plazas donde se han lidiado, le salía la satisfacción por la pajarilla cuando hablábamos en Mojados la víspera de su corrida, (hoy aplazada por la lluvia y el viento y pospuesta al inmediato sábado 23 de octubre a las cinco en punto de la tarde), contemplando uno de los ejemplares, precioso de hechuras, en los corrales de la plaza, criado en el Cabaco. Y me explicó para mí solo de cómo adquirió la ganadería, esa punta de vacas de Lisardo que hoy son envidia entre los taurinos y reses reclamadas por los aficionados de entendimiento preclaro por la chispa, la emoción, el juego y el vaivén que siempre aportan en su lidia.
Ese lote de 72 lisardas y dos sementales adquiridos al rubio, tratante de Salamanca, en una operación ejercida en Plasencia, incluyeron los erales y eralas que tenía. Y se las llevó Fernando porque siguió un consejo de su abuelo, el de la ganadería de Espioja, para hacerse con los animales que estaban en venta, en visión premonitoria y de conocimiento cabal, ayudado por su padre Pablo García.
Fernando, su hermano Roberto, y su familia siguen en la brecha, temporada tras temporada, haciendo de una profesión vocacional su bandera, su pasión, su entrega, su afición y su razón de ser.
Corren, pastan, mugen y pitan por el salmantino Cabaco, a la vera de la Peña de Francia, las reses de Adelaida Rodríguez que llevan la emoción siempre a una plaza de toros con la sangre del viejo lisardo, origen de los toros de lidia, de lo mejorcito de España. Ojalá puedan verlo con sus propios ojos dentro de una semana en una tarde sabadeña del mes de octubre. Tanto esfuerzo, vocación y trabajo tiene que dar no tardando su reconocimiento. De corazón lo deseo.
Deja una respuesta