Con un quinto de plaza se celebró la novillada anunciada del sábado de gloria que se perdió en la plaza de Zamora y que Carlos Zúñiga, el empresario taurino, ha intentado recuperar sin respuesta por parte del público tras dejar el tendido desangelado por razón de las procesiones, el fútbol y las pocas ganas de los aficionados. Tal vez programado el festejo en domingo hubiera tenido mayor presencia de espectadores. Y aunque todo es una especulación, lo cierto es que como mucho mil espectadores acudieron al reclamo del festejo. Se han lidiado utreros de Fernando Peña, tres de ellos bravos y aplaudidos en el arrastre corridos en primer, cuarto y sexto lugar, dos rajados, uno de ellos hasta llegó a echarse al fresco de la arena, y otro burraco corrido como quinto que solo tuvo fachada, pitado en el arrastre. Todos nobles en general, para los novilleros Ricardo Maldonado, saludos desde el tercio y vuelta al ruedo tras dos avisos. Aitor Darío «El Gallo» silencio y aplausos tras aviso, y el francés El Adoureño, vuelta y dos orejas.
Sería Yanys Djeniba, nombre de difícil pronunciación quien se llevó el gato al agua y el toro mejor del encierro, al menos el de mayor movilidad, embestida rápida y bravura con nobleza, que cerraba la corrida, al instrumentar una faena que empezó con riesgo en unos pases cambiados que arrancaron los olés y los aplausos del tendido además de la más fuerte ovación tras un pase del desprecio muy bien ejecutado. Yannys que había saludado al primero con unos lances de recibo y revolera de remate cambió con un puyazo el tercio y tras ver cómo el animal perseguía y alcanzaba a uno de sus peones, Javier Cerrato, tras parear demasiado cerrado, propinándole un golpe en una pierna cuando saltaba las tablas perseguido por el utrero, se descalzó en su faena. Tuvo un redondo largo y apurado al final pero, tras someter al animal bajándole la mano, éste se tumbó pintando cierta contrariedad en el novillero y decidiendo tirarse a matar enseguida para evitar que se echara de nuevo. Dos pinchazos y estocada fueron el bagaje con el que despachó al novillo.
En el sexto de la tarde, el más bravo del encierro, con embestida franca y alegre, el muchacho estuvo en novillero, arrancando la música y los olés del público. Con ambas manos cimentó su faena en pasajes más que meritorios, garbosos, lucidos y templados. Se ve que el brindis al empresario de la plaza presente en el callejón le animó a terminar con mejor resolución esta lidia por la que recibió dos orejas del usía, en esta tarde el ganadero zamorano Antonio Boyano.
Ricardo Maldonado, el novillero de Valladolid tuvo voluntad en su lote. Ganas y aprecio por seguir mostrando su torero acompasado y de cierto garbo, pero con los aceros pasó un auténtico quinario. A su primero, tras un espadazo que hizo guardia, los despachó de pinchazo y estocada caída mientras que ante el segundo de su lote se atragantó con el descabello, al no conseguir atronarlo en los primeros golpes, de tal manera que recibió dos recados de la Presidencia en forma de avisos.
Con la muleta había estado con sitio especialmente con la mano izquierda en la última parte de la faena que fue a más a medida que iba desarrollándola, a los sones del pasodoble «Amparito Roca», pero el fallo a espadas no le permitió ni cortar orejas ni salir sonriendo de la novillada.
Verdad es que dejó pasajes y momentos de su toreo, pero sin una continuidad completa y redonda. El público le aplaudió cariñosamente tras sus dos faenas e incluso le premió con la vuelta al ruedo tras despachar al cuarto de la tarde.
Y Aitor Darío «El Gallo» que tuvo unos lances capoteros con estilo y llevó al utrero hasta el caballo con chicuelinas al paso, brindó la muerte de su enemigo al público. Nada más comenzar la faena, un cantaor que estaba en el tendido le cantó un fandanguillo durante las dos primeras series, en todo momento algo apresuradas, como si la urgencia le estuviera atenazando su mando y su temple. Tampoco la espada fue su fuerte esta tarde, al pinchar tres veces y con otro hondo y trasero y descabello acabó con el burel. En el quinto ante un burraco precioso de lámina y escaso de raza, brindado al cantaor que esta vez estuvo callado, le instrumentó una faena anodina, sin demasiada chispa. De nuevo se le torció el estoque de acero al entrar a matar, pues el utrero le echaba la cara arriba, pinchándole un par de veces.
En resumidas cuentas una novillada en Zamora escasamente gloriosa pese a celebrarse el sábado de gloria en la que un francés aprovechó su oportunidad y logró abrir la puerta grande.
REPORTAJE GRÁFICO: José FERMÍN Rodríguez
Federico dice
Festejo anodino y de escaso interés al que el público dio la espalda. Supongo que sería un «montaje» porque si no las cuentas no me cuadran. Bien está recuperar plazas y festejos, pero con espectáculos como el de ayer , sin ningún aliciente para el aficionado, mal vamos.