Con extraordinaria fuerza entran en las combinaciones y en las demandas del público surgen nuevos toreros que dan la medida de su entrega, ganas, forja y espectacularidad superando dificultades y volviendo a pisar el sitio inverosímil, el del riesgo y el de la posibilidad siempre evidente en cada lance de pasar de ser elegido para la gloria a entrar en la lesión, el dolor e incluso la propia desaparición física.
Este es el caso de Alberto López Simón, un valor nuevo que ha puesto a todos de acuerdo en la corrida de Jandilla lidiada en Pamplona el día más emotivo del calendario taurino, San Fermín. Desde quienes lo vieron en directo hasta cuanto lo vimos por la televisión no pudimos por menos de emocionar y aplaudir cuando la estocada fulminó al último de la tarde y los tendidos se llenaron de pañuelicos rojos pidiendo el premio para este torero hecho al dolor, valiente, diestro y valeroso además de esforzado, temerario y decidido.
Él lo ha dicho de su propia boca: «es para lo que uno lucha, entrena y se sacrifica, para estar en estas plazas grandes con el toro con importancia. Por momentos me he sentido a gusto, y he cortado una oreja, pero se ha ido con otra dentro. Queda mucho por aprender y hay que corregir muchas cosas. Si no se es exigente con uno mismo, tienes la bala perdida antes de empezar. Seguimos aprendiendo y seguimos en el camino. Mi mayor puerta grande es encontrar el toreo que busco día a día. El toreo es sentimiento y entrega, y ¿qué más bonito que jugarte la vida con un hombre y un animal con la posibilidad de perder la vida?».
Nuevas caras, nuevas personas, nuevos toreros, formas distintas de entender el arte de torear y sobre todo frente a ejemplares con trapío, casta y pitones. El mismo arte evoluciona cada temporada a mejores cotas de expectación y demanda. De ahí que tanto signifique en esta bellísima profesión la propia regeneración que los tiempos traen y los tiempos llevan para seguir en la cresta de la ola de todos los aficionados esta singular fiesta de toros, que parece que cae en simas profundas de apatía y desinterés y, al poco surge como ave fénix en una explosión emocional de grandeza.
Fotos: José SALVADOR y FERMÍN Rodríguez
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