
Las idas y venidas de toreros y sus representantes, conocidos como apoderados, en ocasiones crean un poso de amistad más allá de la profesión y de las relaciones mercantiles entre ambas partes. Se supone que con un simple apretón de manos, como reflejan en bastantes momentos las crónicas de afectos y desafectos, queda sellado el contrato de representación de un torero y su apoderado. Y ¿por qué no se escriben y plasman en un documento todas y cada una de las condiciones del pacto?. De esta manera todos sabrán a qué atenerse en el futuro. Bien. Sin embargo la profesión tan singular del toreo no conlleva esas decisiones contractuales: Torear no es fabricar ladrillos, coches,ventanas,libros, lámparas o electrodomésticos. Torear raya con lo más profundo del ser humano, con su sentimiento, su espíritu y su grandeza de alma. Además, la palabra de la persona, en un tiempo convulso en que ni la puesta en el papel se sujeta presumible, se tiene por cierta y se cumple pese a cualquier circunstancia, es todavía la mejor medida que puede adoptarse entre taurinos.
Hecho este preámbulo explicativo traigo hoy a este sencillo escaparate aunque más seguido de lo que parece a juzgar por la estadística, a un torero natural de Zamora y concretamente de un pueblecito allá por las cercanías del Valle torero de la Guareña que se llama Villamor de los Escuderos. Alberto Durán es su nombre de cartel a quien seguimos en su periplo torero en los días de alternativa en el coso de la calle zamorana de la Amargura no hace tantos meses y vimos en varias ocasiones vestido de novillero con caballos y sin ellos.
Alberto es un joven claro y sin pelos en la lengua, que tiene que lidiar no solo con los pocos toros a los que se enfrenta sino con esos compañeros con vitola de figuras que no dudan en bajarse a torear a plazas portátiles y de talanqueras, cortando de raíz el camino a quienes intentan abrirse paso en el proceloso y complicado mundo de los toros.

Alberto basa su toreo en la pureza y el clasicismo y es consciente que esto puede ser una dificultad añadida. pero como dejó dicho Juan Belmonte, “se torea como se es”. Su personalidad, él mismo lo dice, no le deja cambiar, ni quiere hacerlo pues supondría una renuncia al principio por el que rige su mismo toreo.
En estos momentos Alberto Durán camina con el empresario palentino, el joven de Baltanás Carlos Carrillo, ya más que conocedor de los entresijos del despacho, de la norma, de lo habitual y que quiere contribuir al menos a intentar cambiar lo que pueda desde su profesión. No es Carlos Carrillo un empresario al que haya que tomar a broma, sino todo lo contrario, es la savia nueva en este proceloso mundo inmutable en el que nos estamos moviendo y de estas personas anda más que necesitado el mundo de la Fiesta de toros.
En fin, Alberto Durán, torero que continúa su preparación, su puesta a punto, como tantos y tantos diestros postrados casi en el anonimato que, sin embargo siguen en la brecha porque el veneno de su profesión no les permite dejarla, antes la contrario, la siguen amando pese a las contrariedades, dificultades, y a las piedras del camino que les hace caer y de nuevo levantarse para seguir en el intento, en la persistencia, en la querencia y en el deseo por una profesión que une al cuerpo y al espíritu ligando y templando las embestidas de un toro bravo.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
Deja una respuesta