Traía vitola de interés la novillada de José Cruz a Santander con seis utreros bien presentados, de hechuras y cuerna, pero salieron broncos y complicados tres de ellos aunque los otros tres encastados y bravos dieron la variedad por aquello de que en ella está el gusto. Y para despacharla tres novilleros que pusieron en su intento casi toda la carne en el asador, pero que no completaron con bien su más que merecida contratación, ante tres cuartos de plaza y sol brillante.
Por un lado, el salmantino Alejandro Marcos que abrió fuego en una esperanzada intervención con el castaño que empezó la función. Variedad y gusto, temple y sosiego, desparpajo y compromiso fueron notas de su entrada, levantando agradablemente a los aficionados, viendo la postura, el temple y la decisión del novillero. Buena su faena especialmente por el pitón izquierdo, con naturales hermosos por espaciosos y ligados. Una casi entera efectiva y el toro patas arriba. El presidente no negó la oreja pedida mayoritariamente por el respetable «con pañuelos blancos» como bien señala la hoja de lidia.
Todos veíamos triunfal al de Salamanca a poco que se esmerara con el segundo de su lote, pero la puerta grande tiene dificultades añadidas que es preciso superar. El cuarto era casi un toro con toda la barba y además con dificultades y cabezazos intempestivos de muy complicada lidia.Marcos anduvo tirando líneas, algo afligido y cuando quiso estirarse, ya el toro había dejado de embestir, defendiéndose tan solo a base de tarascadas.
No pudo ser y cuando pasaportó al ejemplar, recogió la ovación desde el tercio. Pero en su haber, la tranquilidad y el sosiego de su toreo majo y elegante.
Adame, el mejicano, el más placeado y toreado de los tres empezó de rodillas, mostrando su hambre por ser torero y tirando de oficio con el de José Cruz, pero el animal, rajadito y con un temperamento huidizo no permitió ligar con la capacidad a este diestro poderoso en varios momentos. La estocada entera le sirvió para oír la ovación del público.
Donde estuvo mejor fue ante el quinto. Pinturero en el quite, sometió al bravo ejemplar con carácter y decisión. Tras la estocada, con derrame y efectiva, le otorgaron una oreja.
El madrileño Rafael González quien tuvo en sus manos a un «golondrino» toreó màs de salón, como si no estuviera ante un toro. El novillero marca el pase y comienza a ejecutarlo un segundo antes de la arrancada del animal. En consecuencia, si la embestida es algo descompuesta, la carencia del torero queda manifiesta.
En el que cerraba plaza recibió un tarantantán, siendo derribado y buscado con ahínco por el utrero. Menos mal que la cuadrilla anduvo al quite. Incluso uno de los subalternos compañeros le cortó usando el capote de paseo, clara muestra que ya tenía recogido y preparado para marcharse. Rafael González superó el susto y el disgusto y aún tuvo tiempo de terminar con unos ayudados antes de pinchar arriba y lograr despenar al animal, siendo aplaudido por su labor cuando abandonaba el recinto.
Una novillada de esperanza al comienzo que fue diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua para quedarse en chispazos de entretenimiento.
Foto:José FERMIN Rodríguez/archivo federación taurina de Valladolid
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