El novillero Álvaro García, criado y formado en la Escuela de Colmenar Viejo y que vive en la actualidad en San Sebastián de los Reyes, ha cerrado el cupo de participaciones esta temporada con un sobresaliente cum laude merecido de todo punto, no solo por su resultado final, veinte puertas grandes en veinticinco actuaciones, sino por la evolución, el arrojo, la sinceridad y el toreo demostrados todas las tardes en las que ha intervenido, sin dejar de lado ninguna de ellas. Y como este chavalito que cuenta en la actualidad con dieciséis primaveras recién cumplidas ha sido una de las personas que en los dos últimos años ha sido el triunfador indiscutible entre aquellos muchachos que quieren ser toreros en El barco de Ávila; Miraflores de la Sierra; Quismondo; San Sebastián de los Reyes; Zorita de los Canes; Chapinería; Colmenar Viejo; Collado Mediano; Fuentesaúco; Esquivias; Yepes; Nájera; Guadalix de la Sierra… Por citar algunas de las plazas en donde la salida a hombros de Álvaro García ha sido tarde tras tarde, ahora se dispone a hacer las américas de la mano de Pepe Cruz, el banderillero peruano.
Los premios y diplomas van cayendo en el esportón de Álvaro merced a su oficio y sus ganas de querer ser torero y decir algo en esta difícil profesión. El último la mesilla de oro, premio instituido por la localidad de Nájera (La Rioja) para novilleros sin caballos. Ahora llega el momento de su formación ante otro tipo de público, de plazas y de toro bravo, el americano. Ello siempre viene bien y más para el futuro de un gran torero en ciernes que es y al que tanto apreciamos aquí por haberle visto comenzar en su andadura.
Álvaro García nos demostró el año que disputó por primera vez la final donde Antonio Bañuelos, aquejado de un ataque de asma que le impedía respirar bien con tan solo unos tragos de agua y breves recuperaciones sobre el mismo terreno, que iba a ser un torero porque sabía sobreponerse a las extraordinarias dificultades físicas, afrontarlas dando el pecho, como a los toros y estar por encima de las dificultades. Aquel año no ganó pero quedó demostrada su ilusión, expuestas las ganas y la fortaleza para llegar a ser torero.
Ahora, tres años después de aquello, en el balance de su haber están las veinte puertas grandes toreando novillos de distintas ganaderías y encastes de la cabaña brava española, sin fruncir el ceño, tranquilo, sosegado, sabiendo bien cuál es su papel en esta grandiosa función del juego del hombre con el toro, Álvaro García prosigue en su formación sin prisas pero sin pausas, para mostrar la medida de un torero formado y conformado en el sosiego, la tranquilidad y la paz de una profesión convulsa, difícil y complicada que le está dando un carácter de profunda personalidad. Veinte puertas grandes en veintincinco actuaciones es un balance más que notable en estos días de incertidumbre torera. Por eso, si estuviéramos en la Universidad del toreo en Salamanca habría que entonarle en este cierre de temporada española el «Gaudeamus igitur«.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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