(Medio centenar de años después de la muerte del pasmo de Triana, Juan Belmonte, un seguidor mexicano Pedro Jiménez Villaseñor nos remite este comunicado que gustosamente reproducimos para conocimiento de nuestros lectores).
Se acaban de cumplir 50 años de que Juan Belmonte optó por pasar “a mejor vida”, decisión “propia” de un hombre de fuerte carácter, tanto así que lo llevó, de ser un ilustre desconocido, a ocupar un lugar preponderante en la historia del toreo universal, tan alto fue el sitio que me animo a decir es inalcanzable. ¡Y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos!
Desde luego que nunca conocimos en persona al llamado “Pasmo de Triana”, la verdad es que ni falta nos hizo, nos basta con conocer que fue un revolucionario de la formas de hacer el toreo y que a partir de él todo cambio en los ruedos, “invento” el toreo moderno y gracias a eso el arte creció y la belleza de los trazos se agigantó, con eso nos cuadra para saber la clase de hombre y de torero que fue.
Este preámbulo es ya que la noche de ayer pasábamos por el costado derecho de nuestra Catedral Basílica y de inmediato nos vino a la mente la figura de una guapa morena montando brioso corcel, se encaminaba a la plaza San Marcos a sus diarios entrenamientos, ella, colombiana de nacimiento intentaba hacerse rejoneadora de renombre, tomó a esta ciudad como su cuartel general en México y por lo mismo es que la conocíamos, claro que se trataba de Amina Assis, de quien se cuenta el torero estaba enamorado pero mal correspondido, vayamos ordenando nuestros pensamientos para podérselos compartir.
Muchos años antes, 1925, los ganaderos don Pepe y don Francisco Madrazo García Granados, fundadores de la ganadería de La Punta, trabaron amistad con Belmonte, invitado el trianero a su hacienda donde dicen que les comentó que si la dehesa era como pasatiempo el simiente existente era el correcto, pero que si verdaderamente querían trascender como ganaderos que enviaran todo al matadero y él les conseguiría sangre pura de Gamero Cívico, Ibarra-Parladé, y de Campos Varela, Vistahermosa. Así sucedió y el cambio se dio, como así se dieron sus tantos posteriores trascendentales triunfos por todos ya conocidos. Parte importante en las hojas de la bien llamada “Época de Oro del Toreo Mexicano”. Por esto me animo a pensar, casi a asegurar, que don Juan Belmonte conoció Aguascalientes ya que la propiedad a la que me refiero esta cerca de esta ciudad pero los hacendados vivían aquí.
La Casa de los señores Madrazo estaba en la calle de El Centenario, hoy Juan de Montoro, a escasas dos cuadras del lugar a donde mi mente se transporta y vuelve a ver a la guapa morena colombiana, fantasiosamente me pregunto cuantas veces habrá pasado por ahí Belmonte años atrás, cuantas ocasiones recorrieron el mismo camino, cuantas veces visitaron los mismos lugares sin saber que al paso de los años el destino los juntaría a los tres, al torero, a la caballista y al arma con la que Belmonte dio por terminada la impotencia de no ser auxiliado por Cupido.
50 años han pasado ya desde el día que en la finca-cortijo de Gómez Cerdeña retumbó el estruendo que avisaba el torero más grande de la historia había tomado la decisión de dejar este mundo. El destino manipuló la flecha del arco de Cupido para tomar el camino incorrecto hicieron ya cincuenta años, las flechas no retumban, son silenciosas y sin embargo trazan la misma trayectoria que la desilusión que en esta vez no fue superada. Nadie dice abiertamente del frustrado devaneo entre el torero y la rejoneadora, nadie lo asegura pero el secreto de la decisión del trianero es por todos conocido, el amor es esplendoroso, morir de amor todos lo hemos vivido, el amor da vida, también muerte, el amor imposible se llevó a El Pasmo…
¡En paz esté pues El Pasmo de Triana!…
50 años después de su decisión de morir El Pasmo está más vivo que nunca.
¡En paz esté pues El Pasmo de Triana!…
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