A cargo de la asociación de caballistas el Comeso, que dirige Ángel Capellán, vino el torero y escritor francés André Viard quien edita además la revista profesional «Terres taurines«, tierras taurinas en español, a Portillo para conmemorar las XI Jornadas sobre los encierros tradicionales que anualmente lleva a cabo dicho colectivo.
Y en esta ocasión nada menos que la inauguración corrió a cargo del delegado del gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano, dando un singular apoyo a la fiesta de toros tanto en sus palabras como en sus actuaciones. Ramiro Ruiz Medrano, un vallisoletano de Renedo que conoce como nadie los pueblos de la provincia pues no en balde ejerció como Presidente de la Diputación durante más de dieciséis años, los recorrió, conoció sus problemas y contribuyó a resolverlos en la medida de sus posibilidades, abrió el acto y estuvo presente en la mesa durante toda la conferencia desarrollada por Viard. Además el Delegado del Gobierno destacó la aprobación esta misma semana en el Senado de la Tauromaquia como bien de interés cultural quedando incluida ya dentro del denominado Patrimonio cultural de España.
El popular escritor francés quien fue presentado por César Mata, moderador de la mesa, no defraudó a nadie en su intervención. Con un aspecto físico algo cansado pero sereno puso las cartas sobre la mesa a poco de empezar, dando las explicaciones del por qué la fiesta está en peligro de desaparición.
«Las cuatro figuras del toreo están condicionando la fiesta en una ferias repetitivas, aburridas e insulsas. El toro tiene que mostrar su peligrosidad, tiene que ser difícil, transmitir emoción al tendido porque si no los espectadorres desertarán del espectáculo como están haciendo. No puede echarse una burra acomodada para los toreros que mandan. Se tienen que poner de acuerdo los políticos y el resto de profesionales para encauzar la cuestión. Si no se hace así, la Fiesta está tocada de muerte».
Y a todo esto el público de los aficionados ovacionándolo con fuerza y premiándolo con sus aplausos una vez terminado el acto.
En resumen, André Viard no defraudó a ningún aficionado. Puso el dedo en la llaga del estado de la fiesta, analizó en profundidad la misma y dio el remedio que debe aplicarse: La integridad del toro y devolverle la fiereza, la bravura, la acometividad y el peligro que nunca debió perder.
FOTOGRAFÍAS: José SALVADOR
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