No se puede decir que André Viard se esconda ante los problemas que acechan cada día al mundo de los toros. Ni mucho menos. Este francés que fue torero y no de los del montón, sino conocedor de las suertes y que aplicaba muy bien los conocimientos taurinos, anda por ahí dando conferencias en los sitios en los que se requiere su presencia y esparce además en el tiempo de trabajo la difusión de la fiesta en sus obras editadas bimensualmente, con el nombre español de Tierras taurinas, formidables opúsculos de investigación, tratado de toros, encastes, faenas, historias y contenido singular que todo buen aficionado debe conocer.
Viard ha sufrido además los ataques de los ecologistas antitaurinos en su propia casa, cuando le intentaron quemar con su familia dentro, y está considerado como el enemigo público número uno en las tierras de Asterix y Obélix por su defensa, fomento y difusión de la fiesta de toros.
Ha dejado dicho, con muy buen criterio, que para inscribir una cultura de cualquier pueblo en el Patrimonio Cultural inmaterial de la UNESCO, solo hace falta un requisito y los toros cumplen siete u ocho, por lo que es obvio que la declaración no puede ser otra que la activa. Aquí hay que destacar los informes presentados ante este Organismo multinacional por él mismo y su amigo Francisco Zumbiehl para que la decisión técnica, que no política, sirva para conseguir el fin último de la declaración.
Como él mismo dice el toreo es mover el engaño y quedarse quieto para que las perturbaciones producidas por los antitaurinos no tengan demasiado predicamento en la sociedad. Bastante se encargan ya ellos de promocionar sus actividades y sus ataques, como para que encima desde el otro lado, se les respete, se les apoye, o se les permita el movimiento de discusión de razones. Aquí hay que aplicar el axioma de Santo Tomás: «Con los herejes, no se puede discutir la doctrina. Hay que combatirlos».
El ejemplo de la declaración del flamenco en España o de la cetrería en los países árabes como bienes de interés cultural inmaterial, puede aplicarse perfectamente a los toros. Y los políticos deberían considerar que al menos tienen que ser neutrales en esto.
Los toros son un debate político para los verdes, animalistas, ecologistas y demás grupos contrarios y contrariados por la existencia de la Tauromaquia, pues están en ello si así ganan un puñado más de votos en las elecciones, aunque los animalistas es difícil que voten en unas elecciones porque la mayoría son indignados.
La solución está en dar a los toros una visión de futuro, para que la fiesta sobreviva. Pero mientras haya quien espera con la fiesta enriquecerse a su costa, la situación no puede ir nada más que a peor. Y así, una detrás de otra.
André Viard en estado puro.
Foto: José Salvador
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