Ayer triunfó Ángel Téllez y su peculiar forma de torear en Madrid, aunque todavía aún no de matar, abriendo la puerta grande de las Ventas tras cortar dos orejas, una en cada toro de su lote que pertenecían a la ganadería de Victoriano del Río.
Cimentó su triunfo con la decisión ante el tercero de la tarde y lo revalidó, lo contrastó y le hizo verdad ante el que cerraba la corrida. Toreó despacio, lento, suave, poderoso, porque Ángel Téllez llama a la puerta de la gloria torera vestido de blanco y oro. Y eso que había entrado en esta corrida por la vía de la sustitución de un maestro como Emilio de Justo a quien brindó un de sus toros, recordándole y animándole en su recuperación, diciéndoselo a través del micrófono del canal televisivo.
Ángel Téllez tiene un duende torero más que ángel, pues es terrenal su figura, pleno de torería y decisión. Y cuando todas las circunstancias se unen y además la plaza pide con pasión decidida la oreja por sus faenas, el palco se la concede pese a hacer mohín a la albura de los pañuelos.
Es agradable y esperanzador que vayan saliendo toreros nuevos que ocupen el sitio de aquellos que ya van en retirada, generando el escalafón con nuevos retoños que hacen que en las tardes de toros surjan los momentos de grandeza, verdad y esperanza.
Ayer Ángel Téllez, a quien ayudó tanto Alberto Lamelas en sus inicios como diestro torero, puso de acuerdo a los espectadores de Las Ventas con su toreo, fomentando una esperanza más que se añade a una fiesta necesitada de cariño y decisión. Alegría, por tanto, y enhorabuena a cuantos lo intentan con sincera verdad como ayer lo hizo Ángel Téllez.
Foto: Luis Sánchez Olmedo
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