Se iba la tarde en silencios, uno tras otro, con el tedio cada vez más patente en los espectadores por la corrida de Adolfo Martín traída a Íscar, desrazada y con fuerzas justas, cuando llegó el postre, el final, la guinda como aquellos flanes que daban las monjas del colegio a los internos para agradarles y hacerles olvidar lo mal que habían sabido las patatas con carne y la ensalada de los primeros platos. Algo así puso sobre el coso iscariense ante el último de la tarde, un «cocinero» precioso de hechuras y significativa presencia, al que Rubén Pinar desorejó merecidamente pese a pinchar arriba en el primer intento.
Pinar, que había entrado en sustitución de Juan del Álamo, mostró la torería, la gracia y la entrega que atesora ante sus dos enemigos, los mejores del flojo lote de albaserradas enviado por el buen ganadero madrileño. Y pudo abrir sin duda alguna la puerta grande de la plaza si no hubiera fallado a espadas, con aceros sin filo, mellados y falto de puntería en ese hoyo de las agujas que todos los toreros buscan con el ahínco y la mejor suerte.
Toreó Pinar a «cartuchero» con empaque y decisión, que hizo tercero de la tarde, logrando las mayores ovaciones y ánimos del respetable iscariense que llenó la plaza en una media entrada larga y sin apreturas por su faena plena de colocación y sentido. Pero, el acero le privó del éxito que tenía más que ganado y reconocido. Mejor estuvo todavía ante el «cocinero» que cerraba la corrida, citándole de largo en las primeras series y logrando lo mejor del toreo visto esta tarde en Íscar. De nuevo pinchó arriba antes de lograr la estocada que tiró por tierra al animal de Adolfo Martín, un cárdeno muy bonito de hechuras y en el tipo de la casa. Pero en esta ocasión el público exigió del Presidente Chema Costales le otorgara la oreja, como así fue, por el merecimiento de toda la faena.
Manuel Jesús El Cid que venía de despedida del público iscariense en su temporada de retirada ya de los ruedos me dijo al pasar delante de mí, tras acabar con el soso «camarón» que había brindado con toda la ilusión al público «No ha podido ser», frase seca y lapidaria que da razón y sentido a todo el contenido de la faena del buen torero de Salteras. Entre silencios por sus intervenciones pero con una cariñosa ovación de despedida, el público y la Asociación Cultural iscariense premiaron con los aplausos y una placa de agradecimiento el paso de Manuel Jesús «El Cid» por Íscar.
Manuel Escribano salvo los pares de banderillas, uno de ellos que intentó por los adentros repetido, pese al desorden del cambio de tercio dados por el clarín y por el pañuelo del palco, fue autorizado a colocar un cuarto par en los lomos del «vanidoso» que le tocó en suerte, siendo muy aplaudido. Luego con la muleta la escasez de fuerza, la falta de raza de los animales y el aplomado quinto del mismo nombre que su hermano ni le permitieron el lucimiento pese a intentarlo inútilmente.
En fin. La corrida de este año en Íscar ha sido transmitida por Telemadrid para los espectadores de esa televisión regional y a buen seguro que dentro del aburrimiento desatado y seguido, habrán apreciado los dos buenos pares de Ángel Otero y la entrega, capacidad, ilusión y deseo de triunfo de un torero de Albacete al que hay que afilarle las espadas.
FICHA DE LA CORRIDA:
Plaza de toros de Íscar. Primera de la feria. Algo más de Media Plaza.
Seis toros de Adolfo Martín, desrazados, nobles, con escasa fuerza para Manuel Jesús El Cid, silencio y silencio. Manuel Escribano, silencio y silencio y Rubén Pinar, silencio y oreja.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
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