Y solo se salvó Diego Ventura, el rejoneador que salió por la puerta grande merced a una labor entregada y espectacular en algunos momentos de la lidia de «lagartijo» y «veleto», dos toros de San Pelayo y de Carmen Lorenzo a los que desorejó merecidamente. Al que abría plaza con un apéndice y al cuarto con las dos orejas, saliendo al final de la corrida por la puerta grande de Valladolid. Y es que únicamente fue Diego Ventura quien puso algo de emoción y espectáculo en sus faenas y no es que los toros tuvieran excesiva fuerza y raza para acometer con bravura, sino que siempre iban, como se dice, al tran, tran, con embestida pastueña. Eso sí nobles y caritativos como ellos solos los dos murubes dedicados a las cabalgaduras de Diego. Mejor el cuarto de la tarde que el primero, por aquello de la duración y del fuelle en el recorrido, llevando el galope del toro acompasado, muy templadito, y girando en varios momentos sobre la testuz del animal para cambiar el viaje. Cabriolas y saludos efusivos a la gente por parte del centauro, intentando calentar el tendido que se encontraba demasiado frío por cuanto había visto hasta llegar al ecuador del festejo.
En uno de los apretados giros fue alcanzado por el toro sin consecuencia alguna ni para él ni para la cabalgadura, noble y torera, mostrando el oficio en todo momento, la gracia y la conjunción con sus caballos que atesora Diego Ventura. Despachó a sus dos enemigos con sendos rejonazos en todo lo alto, efectivos e inmediatos, recibiendo el premio que le aupó como triunfador de esta corrida.
La gente aplaudió al toro «lagartijo» en el arrastre.
Y lo que llegó después, en lidia ordinaria, poco o nada entre dos platos. Tanto el veterano torero de Chivas, Enrique Ponce, como el de Puebla del Prior, Miguel Ángel Perera, poco pudieron hacer ante los descastados, mansos y flojos toros de Carmen Lorenzo. Fueron pitados en el arrastre por la media plaza que se dio cita a presenciar esta corrida mixta, la antepenúltima programada de la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo.
Enrique Ponce, siempre cumplidor y aseado en su intento de faena recibió una ovación y saludos en el primero de su lote mientras que se silenció su labor en el otro. El diestro valenciano, muy querido en Valladolid y al que siempre se le espera, no acabó de acoplarse con el del Capea. Intentó enseñar por bajo al animal, por si lograba después el temple que atesoran sus manos, pero fue imposible merced a la flojera y poca raza del toro. Todos sus muletazos trataban de no molestar, de no bajar la mano y eso que le gritaba: «¡Vamos toro!», pero como si nada. Estocada entera con derrame a su primero y un espadazo infame al segundo de su lote cerraron su presencia en Valladolid. Por su parte Miguel Angel Perera recogió silencio respetuoso en ambos toros.
Analizar muy largamente lo ocurrido en la corrida de hoy es prácticamente imposible, pues los cuatro toros de lidia ordinaria ni ayudaron, ni embistieron, ni sirvieron a sus matadores. Y eso que los dejaron crudos en el tercio de varas, como por ejemplo Perera al sexto, al que ni tan siquiera le metieron las cuerdas. Un picotazo y a otra cosa, mariposa. Para más inri estuvo muy mal con la espada precisando de varios pinchazos hasta lograr la estocada que envió al ejemplar al desolladero.
De Perera hoy en Valladolid no hemos visto ni un solo lance, ni un pase en condiciones, nada de nada. Cómo habrá sido la cosa que los tres únicos lances de capa recogidos junto al tercio se los dio el sobresaliente Miguel Ángel Sánchez.
Destacar solo un par de banderillas de Juan Sierra, aplaudido por el público.
En fin, por resumir, la corrida de hoy en Valladolid ha tenido poco que contar porque la materia prima y fundamental que es el toro, falló estrepitosamente. Y menos mal que Diego Ventura, a caballo, salvó a los murubes del Capea, porque en lidia ordinaria el fiasco fue absoluto.
Fotos: José SALVADOR ALONSO.
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