No pierde el tiempo Antonio Bañuelos, el ganadero burgalés, para intentar hacer cada día un poco mejor su explotación agropecuaria, sin olvidar, ni mucho menos, la importancia que tiene enseñar la vida y el desarrollo de los toros de lidia en su medio natural a cuantos acuden a la Cabañuela para presenciar el comportamiento de sus «toros del frío», como quedaron perfectamente bautizados cuando no hace tantos años dio el salto a esta nueva forma de entender una vida dedicada a la cría de ganado bravo.
Él mismo explica que trató de aclimatar el toro de lidia, a una nueva actitud, a una nueva geografía quebrada en el que se combinara la musculación y la fortaleza que requiere zonas quebradas con la calidad del origen de los toros que venían de Torrealta. Veinte largos años después se puede decir que se ha aclimatado ese toro, que se ha condicionado, que la vida es normal y que lleva una regularidad tanto de nacimiento de camadas, como de presentación en el mercado, de todos con hechuras consagradas. Por tanto, la prueba está superada.
El hombre que dirige un equipo de personas y que visita día tras día los cuarteles en donde rumian sus toros del frío, da muestras de bonhomía y ser campechano, abierto, locuaz con sus amigos, serio en sus apreciaciones, didáctico siempre, colaborador con el fomento y difusión de la tauromaquia, lleva a cabo un trabajo ganadero de primer orden, pisando la tierra, llevando alpacas, moviendo los toros, saneando ganado, adaptando medios y utilizando recursos para la mejora de su ganadería, pues la recurrente crisis está afectando a la organización de los festejos, no a las ganaderías.
Los toros que son un producto perecedero y están disminuyendo progresivamente, pero es un producto que consume, que se daña y que se le pasa la edad, no es un producto almacenable. Además hay menos festejos porque, efectivamente, la asistencia del espectador a cualquier espectáculo en España ha disminuido mucho, para dedicar los ingresos que cada familia tenga a otros menesteres. Los ayuntamientos, que habitualmente tenían subvenciones y colaboraciones para la elaboración de ferias las han suprimido en la política de gastos y una cadena de todo ello hace que el número de festejos disminuya mucho y que eso dificulte la viabilidad de las ganaderías.
Antonio Bañuelos García, con su cabello ensortijado al que casi nunca hemos visto tocado de gorrilla al visitarle en la Cabañuela, aferra su libreta de notas, recoge datos, señala cambios y adopta las medidas necesarias junto a su colaborador Eduardo Redondo y se muestra hospitalario y abierto, receptivo y señorial, claro y sin tapujos, sin olvidar la enseñanza a quienes se interesan por estos menesteres en las ganaderías de bravo. En Hontomín, una pequeña población burgalesa, allá arriba en el páramo de Masa donde hace un frío que pela pese a ser primavera y que los burgaleses llaman fresco mientras los demás tiritamos, empiezan a cargarse los toros con destino a las plazas francesas y españolas para orgullo y dedicación de un hombre que ha puesto todo su empeño en ser el ganadero del Norte.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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