José Ignacio Ramos y Antonio Ferrera han salido a hombros de la plaza, tras la primera corrida de la Feria de Mojados en honor de Nuestra Señora del Rosario, donde se han lidiado seis toros bravos, nobilísimos y que con un poco más de fuerza hubieran resultado de antología, de Antonio Arribas. El rejoneador Alfonso López Bayo que completaba la tarde cortó una oreja al segundo de su lote por su lidia a caballo.
Antonio Ferrera, el pequeño pero grande, entregado, profesional y suficiente torero Ibicenco, hecho y afincado en Extremadura ha encandilado al público con una faena de emoción, vibrante y convincente al toro que cerraba la corrida, un sexto de bandera aplaudido en el arrastre. Tanto fue lo visto que una mujer desde el tendido le gritó: “¡Antonio, tienes al toro amaestrado!”, cuando Ferrera lo pasaba una y otra rozándole los alamares en un sonido de chasquido impresionante.
Giraba el toro como en un tiovivo de feria alrededor del torero, mástil del carrusel, a todos los cites donde le ofrecía la franela, sin hacer ningún extraño, sólo hocicando a la muleta, crujiendo huesos y movimientos inverosímiles en la columna vertebral del bovino. Un desplante, otro, una caricia, otra, hasta le besó una de las astas, cuando le preparó para la estocada. Su cuadrilla que seguía la faena le pedía que matara, la gente le ovacionaba en todas y cada una de las veces del encuentro con el toro, hasta la música volvió a arrancarse con el pasodoble por segunda vez. Sudaba Antonio la gota gorda de la emoción por el esfuerzo, pero él, profesional, con un corazón entregado al público, sin darse cuenta ni de tiempos, ni de momentos, siguió toreando para deleite y regocijo del público, hasta que se perfiló para matar, haciéndolo con una media en todo lo alto. Las dos orejas del ejemplar cayeron en el esportón de Ferrera con toda justicia y merecimiento. Y eso que otras dos habían caído ya en el primero que brindó al cielo en memoria del ganadero fallecido Antonio Arribas.
José Ignacio Ramos, el torero burgalés que está como los viejos vinos insuperable en afición, entrega, fe e ilusión también triunfó en el quinto de la tarde.No había tenido suerte en su primero, un toro que se dio una voltereta con costalada tremenda, quedando lisiado para el resto de la lidia, al que banderillearon ambos matadores, hasta que llegó otro toro de bandera de Antonio Arribas, cuidado en la lidia por su matador al que propinó una faena de distancia, dejando ver al toro en toda su embestida e intensidad. Adornos y desplantes de rodillas prepararon al ejemplar para la estocada, un volapié de excepción, en todo lo alto. Marcó los tiempos casi, casi a cámara lenta. Todos los movimientos al unísono de brazos, piernas y cuerpo pudieron apreciarse en la estocada que le hizo rodar al toro fulminado en unos segundos. Toda su faena fue premiada con las dos orejas del bravo ejemplar que paseó entre los aplausos y aclamaciones del público.
Completaba la corrida el rejoneador Alfonso López Bayo, una joven promesa cada vez más consagrada en el arte del rejoneo. Cortó una oreja al segundo de su lote con una faena entregada, ardorosa, mostrando la extraordinaria doma de una cuadra variada y torera. Especialmente “Negus”, al que un chiquillo del tendido creía escapado de una película de indios y vaqueros, por sus pintas de colores en ambas ancas. Tal vez si hubiera utilizado tan solo un rejón de castigo, el toro hubiera servido mejor a los fines del caballero. Pero las cosas son así. No obstante, López Bayo dejó un buen sabor en la plaza de Mojados.
Nadie se acordó del tercio de banderillas donde hubo dos pares de riesgo y entrega por parte de ambos matadores, especialmente uno al quiebro de Ferrera junto a las tablas que nos puso los pelos de punta, porque quedaba en la retina dos extraordinarias faenas a cargo de dos matadores con el corazón grande, la ilusión plena y las ganas por seguir dando tardes de ensueño en esta profesión. Sólo las reinas de las fiestas de Mojados esperaban impacientes para entregar los ramos de flores a ambos matadores.
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