No se llegó a la media entrada en la tarde con los toreros de la tierra. Era un poema ver la plaza prácticamente ausente de espectadores en los tendidos de sol con más piedra o cemento que colorines de ropajes y abanicos. Sin embargo, hay que decir que los tres toreros bastante tuvieron con despachar a los seis ejemplares de Montalvo, cuajados, hechos, con la edad bien cumplida pero que no dieron el juego esperado de ellos. Sólo una orejita cayó en el esportón de Leandro en el segundo de la tarde.
Venían Serrano, Paco Corpas, Fernando Merino, el asesor artístico de la plaza en el día de hoy, y el ganadero Pepe Gavilán incluso éste último con la entrada de mañana en vez de la de hoy por un equívoco al recogerla, con la esperanza de ver una corrida de postín y apreciar las evoluciones de los toreros de la tierra, paisanos. Habían visto el apartado por la mañana y tenían puesta la ilusión en sus lidiadores siempre y cuando salieran las reses jijonas, bien presentadas en cuanto a peso, trapío, edad y presencia, pero con poca dignidad y gobierno.
La corrida se pasó como cuando un pintor quiere pintar un cuadro y tan sólo le sale el esbozo, el esquema, trazar las líneas maestras de la lidia pero sin entrar en materia profunda. Solo Leandro, de verde botella y oro, hizo lo mejorcito de la tarde al doblarse como un junco en alguna de las embestidas de «socialista» que éste era el nombre con que le habían bautizado en la finca Linejo allá en la salmantina Matilla de los Caños. Espectacular, agradable a la vista el trincherazo final de cierre de su faena, una auténtica delicia para el paladar torero y la retina visual. Este toro sería aplaudido en el arrastre por el público y aunque la petición fue así, así, el presidente Manuel Cabello concedió el trofeo solicitado.
En el quinto poco pudo hacer LEANDRO porque el dicho quedó trabucado en un «no hay quinto bueno» como demostró «cadete» aunque el picador Domingo García le colocó una vara bien puesta. Leandro apuntó en la faena pero no disparó y ahí quedó todo en unos aplausitos de reconocimiento.
Abrió el cartel Manolo Sánchez, de azul cielo y oro, con «aguilucho», un toro de 507 kilos de peso que remató en los burladeros de salida con furia y fuerza. Además derribó el caballo en la suerte de varas dándole al jaco hasta en la jarcia, en el ramal y en el pescuezo. Un monosabio aguerrido coleó al ejemplar y se pudo sacar del conflicto. Manolo se dobló bien con el toro y le propinó un volapié muy bien realizado, pues su veteranía es un grado recibiendo la ovación del personal. En su segundo, muy mal lidiado, desastrosamente picado, hizo Manolo una faena a cámara lenta en alguno de los momentos de la tarde. Recibió un recado en forma de aviso y tras pinchar hondo y descabellar al segundo intento fue ovacionado.
Cerraba el cartel JOSELILLO, de azul purísima y oro, que salió indemne de dos percances que pudieron ser más serios. Tras recibir al primero de su lote de rodillas para darle una larga, salió atropellado de la suerte y hubo de tomar con agilidad el olivo. En la suerte de varas se lució Pedro Iturralde, un picador con afición, ganas y sentido de hacer las cosas bien. Propinó una vara en su sitio al animal siendo aplaudido por el público cuando se retiraba al patio de caballos. Aquí llegó el quite de Joselillo y de nuevo pasó serios apuros al tropezar con la pata trasera del animal en zancadilla traicionera, derribar al torero y hacer presa con él. Menos mal que salió indemne del percance.
Tras brindar al cielo, se observó cierta tensión en la faena pues el toro se las traía. Se llamaba «espigador» y a poco que se descuidara el torero lo llevaba al hule sin más alharacas. Por el pitón izquierdo era un cañón, alargando el pescuezo y queriéndolo coger si se descuidaba. Pero Joselillo estuvo hasta descalzo con fe en lo que hacía. Pinchó sin soltar en el primer intento y luego clavó el estoque hasta la bola.
En el que cerraba plaza Joselillo estuvo voluntarioso y valiente y mató de estocada tirándose a ley. «huracán» antes había hecho de las suyas al dar un puntacito en la pierna derecha a uno de los subalternos, tras meter el cuerno por el hueco del burladero de la segunda suerte y pillar pieza.
Resumiendo, poco público en la plaza, temperatura ideal para ver toros, en una corrida que no pasará a los anales de la historia del Coso del paseo de Zorrilla, una más, una de tantas. Ah! y acompañamos en el sentimiento al buen Presidente Felix Feliz por la pérdida de su madre. Feliz es un hombre bueno, aficionado a los toros a carta cabal y al que apreciamos y queremos de verdad. Ánimo, Félix, en estas horas tan difíciles para tí. Un abrazo.
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