Ni muchos ni pocos. Cuantos han querido apuntarse al lío esperan con impaciencia el comienzo del nuevo Certamen de Tentaderos, antes Bolsín de Rioseco, hasta que las modas legislativas pusieron tal reglamentación y cortapisa en el hecho, que fue preciso cambiar de arriba abajo para poder seguir celebrándolo.
Un año más, por sexto consecutivo, echa a andar el sábado 22 de marzo en el Coso del Carmen de Medina de Rioseco el llamado Certamen de Tentaderos «Ciudad de los Almirantes» con la colaboración de diez ganaderías de la tierra que prestan sus reses e instalaciones para su correcta celebración. Ellos son: Simón Caminero; Garcigrande; Agustínez; Adelaida Rodríguez; Hermanos Martín Alonso; Gamazo; Hermanos García Jiménez; Sonsoles Aboín; Los Bayones y Antonio Bañuelos.
Muchas veces no apreciamos el fondo de la cuestión que no es ni más ni menos que fomentar como organizaciones y como aficionados la tauromaquia entre los más jóvenes dándoles la posibilidad de que puedan ejercer su anhelada dedicación al toreo. Son chavales de hasta la veintena cumplida de años de vida que en estos tiempos de precocidad para el desarrollo físico pero ausente y escaso muchas veces del esfuerzo vital y cumplido por lograr un sitio en el profesional o intelectual de trabajo, estudio y sacrificio buscan con ahínco su futuro. Cierto que hasta ayer por la mañana a los veinte años o cuando mucho al regresar del servicio militar los chicos estaban ya en el tajo de cada día y uno que se dedicaba al toreo lograba ya la plena madurez a los veintitantos años. Ya expone el dicho: «El toro de cinco y el torero de veinticinco», dando a entender la justeza de años que como el tiempo hace madurar una fruta del árbol.
Ahora, muchas veces los padres, familiares, amigos, mentores llevan al extremo de la alabanza y la ponderación cualidades que deberían ser consideradas como normales, sin hacer ostentación de ellas, sino practicarlas cada día y en cada momento. Y así chavales que podrían llegar a formarse de conseguir el mentor que los dirija quedan, más tarde o más temprano en la indiferencia, el abandono y el apartamiento de cuantos ellos llegaron a considerar como esencia de su propia vida.
El toreo no es una profesión sino una vocación perenne de sacrificio y entrega, sinsabores y amarguras hasta que el molde sufre la metamorfosis del cambio. Un chaval que quiera dedicarse al toreo tiene que pensar en su preparación diaria y esforzada, en su trabajo, en desarrollar los conocimientos, en llegar «al acabamiento de ser home» con pausa, sin prisas, cimentando todo en una piedra berroqueña de superación y de creación artística. Y en esa vocación educativa hay una liturgia de acompañamiento que también tiene que ser conocida y practicada, asumida en la interioridad y manifestada ante los demás.
Ser torero es algo muy grande, sin duda alguna. Y aunque todos no puedan figurar luego en la nómina especial de destacados, sin embargo aquellos que siguen con su vocacional profesión aunque caigan chuzos de punta, practicándola, amándola y respetándola, son también parte integradora y orgullosa de esta gran obra humana que es la Tauromaquia.
El toreo no es una competición deportiva, no es una clasificación que se mueve cada tarde oscilando en subidas y bajadas de sus integrantes. Ser torero es algo tan grande y especial solo destinado a cuantos han sido tocados por el halo del valor, del riesgo, del sufrir, del mejorar, del llegar, del esfuerzo y del arte. Esa clasificación y ordenamiento lo adoptamos quienes no tenemos ni idea de lo que pasa por la mente y por el corazón de aquellos muchachos que quieren vestirse de luces y dominar la embestida de un toro bravo.
¡Bienvenidos y suerte para todos!.
Foto: José Fermín RODRÍGUEZ
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