El alfa de una corrida de toros es el inicio, el comienzo, el principio de todo un festejo único y espectacular, se mire como se mire. Y en este reportaje gráfico que acompañan mis palabras va sintetizado en imágenes la captación del mágico momento cuando tras reconocerse por los veterinarios los toros a lidiar, se comprueba su documentación, su estado, su identidad y las cuadrillas de los lidiadores reparten en un más o menos largo momento de debate los lotes que constituyen al final la totalidad del encierro de toros a lidiar en la plaza.
Los toros en un cercado o corral al uso miran recelosos y extraños y se mueven nerviosos al vaivén de personas que andan en los pasillos de seguridad para contemplar, mientras los hombres de las cuadrillas toreras escudriñan y crean las parejas de reses que cada matador se verá por la tarde con ellas en la corrida.
Luego, ante la atenta mirada y control del Presidente de la corrida y del delegado de la Autoridad, se escriben en bolitas de papel los números de los toros que corresponderán a cada matador. Las bolitas hechas con maña e iguales en tamaño son mostradas a la concurrencia y acto seguido introducidas en un sombrero cubierto por otro para evitar que sean vistas por quienes han de sacarlas con el orden de antigüedad en el escalafón torero. Primero extrae su bolita el matador más antiguo, después el siguiente y la última recae en el más joven de la terna. Esta cuestión más que otra cosa supone el respeto que debe tenerse siempre hacia el maestro más viejo, más veterano, de mayor tiempo en la alternativa.
Y luego, tras descubrir los números anotados en su bolita, todos se desean suerte, esa increíble palabra tan arraigada en la vida de un torero.
Más tarde vendrá el contenido, la resolución del sorteo y la omega final de la corrida con el triunfo o el fracaso, la alegría o la tristeza, la decepción o la satisfacción lograda, allá cuando caiga la tarde y asome en el cielo la esperanza mostrándose en los cuernos de la luna.
Es el carisma de ser torero y estar junto a ellos así como con el ganadero para poder participar en el rito único e irrepetible de un día de toros, es y supone siempre un encuentro singular y atrayente, olor de siglos y raíz de una tradición inconmensurable.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
(El reportaje está hecho con VALDELLÁN de Santa María del Río, con los toros que se lidiaron en Sahagún el 15 de junio de 2019).
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