Muchos de los festejos de toros que abundan por la geografía española están incardinados realmente dentro de la gente de esas localidades que los ven como algo suyo, heredado de sus mayores y que siempre han tenido a gala la celebración de los mismos con la alegría, interés y atención que requieren. Ahí están, sin ir más lejos, las modas adaptadas como propios en otras comunidades españolas donde el juego con el toro siempre ha tenido la pervivencia y la demanda que las propias comunidades quieren darlo. El toro de San Marcos en Beas del Segura o en Arroyo del Ojanco en Andalucía; el toro del Carmen en las tierras torulenses de Rubielos de Mora, por no hablar de la peculiarísima entrada de toros en Segorbe; el de los Santos Cuerpos de Medinaceli; el singularísimo toro de la Vega de Tordesillas; el Toro enmaromado de Benavente o el toro de los soplillos por San Juan en Coria… por citar alguno de ellos. Cada Comunidad autónoma tiene en muchos de sus pueblos alguna peculiaridad en la que el juego con el toro protagoniza más de una jornada festiva entre vecinos y forasteros. Hasta Cataluña donde han prohibido por decreto los toros de montera, reglados, en Barcelona, cerrando su espectacular plaza monumental por aquello de las modas e influencias pseudoéticas de paz y bien animal, sin embargo juegan a los corre bous o a los toros del agua, más bien toros al mar, con una atención significativa por parte de los organismos que regulan la vida, la hacienda y las diversiones de las personas.
Eso que tanto gusta a ciertos sectores políticos y que otros lo rechazan, fundamentalmente si se trata de recoger la cosecha de votos ciudadanos de personas que dicen ser activistas y defensoras de los «derechos» de los animales frente a los bárbaros humanos a quienes gusta entretener su vida con el espectáculo de los toros, por ser algo incardinado en los genes de la herencia en los pueblos, difícil de conjugar ambas posturas y complicado de aunar el mismo esfuerzo.
Viene este preámbulo a cuento de una actividad antigua que se celebra en un pueblo de Palencia, acogedor, sencillo, bonito, con una ciudadela horadada de bodegas y pasadizos y en el que su gente es hospitalaria, acogedora, sabia y amante de sus tradiciones, pese a ser la mortaja de Doña María de Padilla en el mismo Monasterio que fundara y que hoy es cenobio guardián de muchas cosas del ayer del pueblo, junto con la Iglesia de Santa Eugenia. Y esta actividad no podía ser otra que la taurina, la de correr un toro enmaromado por las calles al llegar septiembre que ahora llaman el «toro ensogado o enmaromado» de Astudillo y que siempre se ha conocido en el lugar como el «toro del Pueblo».
El Toro del pueblo de Astudillo viene de lejos, está dentro de la idiosincrasia de sus propios habitantes. Sin embargo, año tras año desde que las competencias están en manos de la Junta de Castilla y León, ante las denuncias de asociaciones que dicen defender los derechos de los animales, la delegación regional multa a la Villa por celebrar el festejo sin estar especificado en el Reglamento taurino de Castilla y León, haciendo caso a las organizaciones que alegan, denuncian y tratan de imponer su criterio para que el festejo se suprima, se prohiba y deje de celebrarse para siempre jamás. Amén,
En esta última vez la noticia ha sido la multa de la Delegación de la Junta en Palencia impuesta al pueblo de Astudillo por celebrar su toro enmaromado, antiguo, histórico, singular y significativo, de nada más y nada menos 5.600 euros de vellón. A todas luces la sanción, injusta donde las haya, tomada por la presión mediática, por el ruido, por las denuncias, las voces del grupo antitaurino que quieren redimir a la gente de los pueblos de sus viejas fiestas, rancios festejos con toros, sin apreciar que el juego eterno del hombre con el toro es un vestigio incardinado dentro del propio carácter de muchos españoles y donde la ganadería brava tiene un significado, una razón y una función de dotar de toros y novillos para la fiesta.
Es preciso tener en cuenta que, aunque los festejos taurinos estén regulados, estén aprobados, figuren con todos los pronunciamientos, disposiciones, ordenanzas y formas de celebración, van a seguir siendo atacados siempre por el sector animalista. El ejemplo del Toro de la Vega de Tordesillas es significativo: El festejo que es una auténtica reliquia histórica, la más antigua que se conserva en España, es atacado de forma inmisericorde, activa y vil todos los años pese a estar regulado, aprobado y bendecido con todos los pronunciamientos históricos de tiempo, de soporte regular legal y de encontrarse en las páginas del Boletín oficial del Estado. Pero lo mismo sucede con los encierros de Pamplona donde activistas antitaurinos se oponen a ellos todos los años.
De manera que, por no cansar y terminar, el Toro de Astudillo llamado del pueblo es un hito más de los toros tradicionales y populares en nuestros pueblos. Que no lo puedan documentar históricamente, de momento, con un papel que acredite los doscientos años, no supone mayor problema porque más refrendo es el que hacen sus gentes de año y en vez al llegar septiembre.
Siempre merece mucho más respeto y consideración de los gobernantes leales y nobles que entiendan a su pueblo, que no se olvide, los elige para servir. Astudillo tiene a ese toro enmaromado como una seña de identidad, un símbolo y una pieza clave de su cultura, de modo que si se sancionan esos fundamentos, la ley hay que cambiarla porque no sirve. Si el gobernante lo que pretende es imponer una determinada moral a base de multa, palo y tente tieso, entonces habrá que atenerse a todas las consecuencias.
Fotos: Diario Palentino
Angel González Martín dice
Las costumbres y tradiciones de los pueblos,son en parte leyes.A todos los antitaurinos habría que preguntarles,si los
animales tienen màs importancia que los seres humanos.Levantan la voz contra,lo que éllos llaman maltrato animal.
Desde que el mundo es mundo,el hombre siempre ha cazado animales para alimentarse con su carne.Cuando éllos
comen un buen guiso de carne,no se preguntan cómo le mataron.A un atún,no le harà mucha gracia sentir un anzuelo
en su boca,pero todo el mundo come pescado y marisco.
Más les valdría a estas «compasivas» personas,evitar que los niños de algunos paises,sean obligados a realizar traba
-jos de adultos,por una miséria de salario.Que trabajen y eviten la esclavitud que aún existe en el mundl.
Los toros en España,dan de comer a más gente de la que puedad imaginarse,pero éllos miran para otro lado.Que dejen
que los pueblos celebren sus tradiciones y que se vayan con la música a otra parte.