Acabar con la historia de los pueblos a fuerza de prohibición, golpes, castigo y violentando la voluntad de muchas personas, aceptando la moda impuesta llegada de otras latitudes en esta etapa globalizadora que nos toca vivir, rompiendo con el pasado con este tipo de espectáculos que cada vez goza de menos simpatía en algunos sectores, aunque sea parte de nuestra historia, hace que vayan desapareciendo pues las influencias animalistas cada vez son más duras y fuertes. Y no nos damos cuenta de ello. Se está aplicando una medicina intolerable para el organismo cimentado en el poso y la raíz del ayer.
Así ha llegado la decisión del Tribunal Superior de Justicia con el toro de Astudillo que desoye varios acuerdos municipales sobre toros datados en el siglo XVIII y concluye que no se puede acreditar la antigüedad de al menos doscientos años que exige la Junta en su decreto para que se considere un espectáculo «inmemorial» y goce de una mayor libertad. Esta «insuficiencia» observada en el fallo «no es suplida» tampoco, según el fallo, por el informe del experto taurino aportado también por el Ayuntamiento «y en el que tampoco se relata ningún antecedente específico» del toro enmaromado.
Echan las campanas al vuelo los animalistas diciendo que así se pone fin e ilegalización definitiva del festejo taurino y lo consideran un logro de sus propios esfuerzos contra el toro enmaromado de Astudillo porque supone una aberración en estos tiempos, una arbitrariedad, un maltrato animal y el etc. etc. de sus manoseados argumentos.
De nuevo los dos mundos enfrentados en una lucha cruenta, dura y persistente, llena de violencia y ayuna de comprensión. Por un lado la fuerza de la costumbre, fuente del derecho, que se olvida con rapidez y por otro la norma prohibitiva, porque a mí ni a los míos gusta en absoluto. ¡Qué paradojas!.
El alcalde de Astudillo, Luis Santos, a quien conozco desde hace algún tiempo cuando andábamos todos por esos vaivenes de los toros populares de ida y vuelta recuerda que el Ayuntamiento -que rige hace trece años- decidió acabar con una situación de irregularidad solicitando la distinción de espectáculo taurino tradicional a la Junta, que se lo concedió en julio de 2014, ahora este fallo «nos quita de un plumazo un festejo que hemos mamado desde niños».
Pero es que además da igual que el espectáculo taurino tenga y cumpla con el poso histórico fijado en su propia ley por la Junta de Castilla y León,-ahora mismo 200 años-. Y el ejemplo palmario, obsceno, inicuo más evidente está en la prohibición del torneo del Toro de la Vega de Tordesillas que aún disponiendo documental e históricamente de más de quinientos años de realidad y vida, aprueban un decreto que impide su celebración, conculcando el derecho de costumbre del pueblo que lo mantenía vivo, año tras año.
Astudillo, un pueblecito de Palencia al que me une unos momentos especiales de la infancia de mi propia vida, anima a la Consejería de Fomento y Medio Ambiente a que se decida a presentar un recurso de casación, pues en la sentencia conocida se afirma también que el festejo que se celebra a mediados de septiembre en las fiestas de Santa Cruz, «se infringe maltrato al animal», en clara asunción de las tesis propagadas por los animalistas, por lo que contraviene al decreto del Gobierno regional del 8 de enero de 1999 con el que se aprobó el Reglamento de Espectáculos Taurinos. Por cierto un cuerpo legal que precisa una nueva y absoluta redacción, debiendo ser introducidos como tales los históricos festejos taurinos del ayer con una especial protección y atención a la diversidad.
adolfo dice
Es una vergüenza cómo se ataca sistemáticamente la tauromaquia por partidos políticos que siempre se caracterizaron por su defensa. Qué pena y qué rabia.
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