La verdad que la llegada a la casa del Empecinado no pudo resultar mejor. Buenos amigos, buena gente y una estupenda y atractiva corrida de toros la celebrada con motivo de las fiestas patronales en honor de la Virgen de la Asunción en este rinconcito de la denominación de origen Ribera de Duero, Roa, la burgalesa Roa de Duero nos convocó a la primera corrida de su feria en la que los diestros Antonio Ferrera; Luis Bolívar y Morenito de Aranda dieron cuenta de un bravo encierro de Navalrosal con toros cuajados, hechos, serios, de irreprochable presentación, tres de los cuales fueron aplaudidos en el arrastre y uno de ellos premiado con el pañuelo azul exhibido por el Presidente de la corrida David Colinas. Casi lleno en el coso de la Cava recién pintado, colorido, peñas alegres y bulliciosas que acompañadas por la charanga hicieron una fiesta atractiva de color y sonido para cuantos estuvimos allí.
Y si, además al final del festejo, los tres diestros fueron sacados a hombros por la puerta grande, su resultado general solo puede ser calificado de acertado e idóneo, pues en Roa se conjugaron todos los elementos: Triunfo torero, triunfo ganadero, triunfo empresarial y triunfo para el aficionado.
Y vamos a contar poco a poco algunos momentos destacados de la corrida de Ramón Navalrosal traída a la localidad burgalesa con seis toros bonitos de hechuras, nobles para el torero, que dieron un promedio en la romana de 500 Kilos, con 480 el de menor peso y 520 el mayor. Un momento antes de empezar la corrida hablamos con él y nos dijo que tenía puesta la fe en sus toros, bajitos, cuajados, enmorrilados y en el peso justo para la estructura orgánica de las reses. Estos «núñez» de Navalrosal, hicieron honor a la casa y a su divisa. Embistieron con nobleza y bravura. Solo uno, el garbanzo negro, horriblemente lidiado por la cuadrilla y peor picado, corrido en segundo lugar, cantó la gallina, refugiándose en tablas junto a los chiqueros a las primeras de cambio, dando síntomas de mansedumbre, y eso que en el primer tercio dio un susto a su lidiador Luis Bolívar que tuvo la desgracia de resbalar y caer en la cara, siendo atropellado pero, afortunadamente, sin consecuencias para su integridad física.
El ganadero de Navalrosal ha vuelto a echar una corrida magnífica en esta localidad de Roa que tiene a gala hacer las cosas bien y presentar los toros como Dios manda y los aficionados esperan.
Abrió plaza y corrida Antonio Ferrera, un torero todo voluntad, todo esfuerzo y todo corazón por agradar al público que acude a verle y paga por ello. Antonio, noble como él mismo, no engaña a nadie y sus recursos están dentro de lo que se espera siempre de él. Convencido de su toreo, se arrima y lidia con maestría los toros en todos los tercios, pues también puso en esta ocasión los garapuyos. A su primero, muy original en el tercio de banderillas ayudándose de un capote que clavó en el centro de la plaza para citar al ejemplar, lo brindó al público y le instrumentó un par de series con cada mano, la última de ellas, con majeza y torería. El animal, algo flojo, pero de nobilísima embestida, arrastraba el hocico por el albero queriéndose comer la muleta de su matador. Logra Ferrera una estocada hasta la bola haciendo perfectamente la suerte, tirándose arriba y partiendo al toro. Solo la estocada ya fue merecedora de una de las dos orejas que le pidió el público y le otorgó el Presidente. En su segundo, muy aseado en la faena con desplantes y un azote al animal haciéndole girar a su alrededor, le propinó media estocada que echó al toro, pero Manuel, el puntillero de Ferrera, no acertó con el cachetero, levantándole en dos ocasiones, con lo que se enfrió la petición de oreja y recogió la ovación del respetable, tras el arrastre del ejemplar.
Luis Bolívar, valiente a carta cabal se sacó en el quinto, el mejor del encierro premiado con la vuelta al ruedo en su arrastre, la espina que tenía clavada por la mansedumbre del segundo de la tarde. Dos medias de remate con el capote hicieron temblar el misterio y una atronadora ovación salió de entre el público. Luego con la muleta se plantó en el centro del ruedo, y desde ahí citó al toro que acudió como un tren, dándole dos pases cambiados espectaculares. El resto de la faena con la entrega y el valor que atesora, además del buen gusto del diestro americano. Una estocada y las dos orejas cayeron en el esportón de Bolívar.
Y llegó el dibujante del toreo en Roa esta tarde, un artista de los pinceles toreros con capote y muleta. Los lances de Morenito de Aranda, entregados, jaleados por el público, creciéndose más cada vez ante el bravo ejemplar, conduciendo su embestida con arte y belleza, nos han traído el toreo de un pintor diestro de composición de pases y sometimiento a un toro bravo. Jesús Martínez, torero por la gracia de Dios, compuso la figura en todo momento, se entregó con pasión a su obra y logró una media estocada suficiente para que los tendidos se poblaran de pañuelos. Las dos orejas de su enemigo paseó con orgullo alrededor del albero. En el que cerraba corrida y que brindó a una señora del tendido diciéndola: » Por lo gran aficionada que eres y seguidora mía. Va por tí», Morenito marcó los tiempos ante la gran suavidad del toro, aunque a la hora de despacharlo pinchó en tres ocasiones antes de conseguir la estocada que atronó al animal y cerró la corrida.
Luego los tres matadores salieron a hombros de la plaza.
En resumen, una corrida envidia de muchas plazas de superior categoría, donde se han visto toros cuajados, hechos y derechos, astifinos, de presentación irreprochable y a un torero de la tierra, Morenito de Aranda, que además de dibujar el toreo, lo hizo armoniosamente, con gusto, entrega y belleza en una tarde soleada, en su tierra de Burgos.
Fotografías: José Fermín Rodríguez
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