El atentado terrorista a la misma puerta de la Santamaría de Bogotá en Colombia, mientras se celebraba el sorteo y apartado de los toros que iban a lidiarse ayer domingo por la tarde en la llamada Feria de la Libertad, con la muerte de un policía y treinta heridos como balance, personifica el momento en el que nos encontramos ahora mismo todos los taurinos, presionados hasta la náusea y el odio más encarnizado contra la Fiesta de los toros por entidades y asociaciones que dicen llamarse antitaurinas y animalistas.
La Plaza de Bogotá ha celebrado, no obstante, la paradoja de la «Feria de la libertad«, con la última corrida de toros en la que se lidiaron reses de la ganadería de Santa Bárbara para Sebastián Vargas, Cristóbal Pardo y Ramsés, con el recuerdo emocionado al rechazable, injusto, inhumano y cruel atentado con bomba mortal en la que un servidor del orden público murió como consecuencia de la explosión. Y que se personificó en el brindis de Sebastián Vargas captado por la máquina fotográfica de Julián Velasco, reconociendo la labor de los servidores del orden público para proteger los derechos de todas las personas y homenajeando a su compañero muerto.
Hay que ser y considerar este hecho como uno más de los violentos en el que las personas que acuden a una corrida de toros se ven insultadas, injuriadas, agredidas, odiadas y eliminadas por aquellos que con ojos inyectados en sangre no dudan en querer acabar con el ser humano cuando no sigue sus directrices marcadas. Se dejan las cosas, se toleran en aras de la libertad de manifestación y de expresión y cuando llegan estos momentos de dureza en la que ha muerto una persona y treinta han resultado heridas, no podemos conformarnos con encender cuatro velas y colocar una flor y un mensaje de condolencia.
La violencia antisistema alcanza cotas ya insospechadas y las autoridades tienen la obligación de impedir con toda la fuerza que sea necesaria los lamentables incidentes intolerantes que quieren arramplar y acabar con la fiesta de toros.
Se han sembrado vientos y ahora se recogen las tempestades. Este hecho de Colombia puede pasar también en cualquier lugar, quién nos dice que no sea así, que no llegue también por estos lares ese momento y un día haya que lamentar víctimas mortales, como la sucedida a este policía servidor del orden público que se encontraba ejerciendo sus tareas de vigilancia al lado de la plaza de toros de Bogotá. Francia ya se ha puesto las pilas y al tajo. Y en España se sigue discutiendo si son galgos o podencos. Pues, cuando las barbas de tu vecino veas pelar…
Fotos: JULIÁN VELASCO/Mundotoro
MUNDOTORO dice
Los sucesos de Bogotá, la colocación de un artefacto explosivo cerca de la Santa María, tienen una lógica aplastante. En tres vertientes. Jurídica, social y política. En lo jurídico, asistimos a una indefensión evidente que legislador y tribunales han de reponernos. Se da la circunstancia de que Leonardo Anselmi, el argentino que lideró el final de los toros de Cataluña y que luego ha viajado a Suramérica para el mismo fin, ha acusado a ‘los taurinos’, de actuar así… poniendo una bomba. Tras ponerlo, lo borró de las redes, pero aquí queda la huella.
Anselmi acusa de terrorismo a los ‘taurinos’. Es decir, utiliza un término que nos señala, nombra y califica de forma específica como un colectivo. Nos señala ante la sociedad, ante los jueces, antes las leyes, ante las autoridades. Nos delimita, Nos diferencia de otros colectivos. Y lo hace para una grave acusación que, es, sin duda, objeto de querella criminal.
Sin embargo, no podemos hacer nada pues, al no ser considerados como colectivo por la ley y los jueces, no tenemos el derecho de defendernos como tal. No podemos hacer nada, lo que leen. Y no podemos porque no estamos en esa lucha, la de ser reconocidos por ley e espacio y tiempo, como un colectivo que es agredido, insultado, perseguido y acusado de forma prolongada en el tiempo y por todos los medios. ¿Qué doble rasero de justicia es este? ¿Hasta cuándo vamos a consentir este atropello y esta infamia?.
Este colectivo, que lo es, el de taurófilos, acudió a la última corrida de Bogotá luego de acto terrorista demostrando civismo y valores sociales que todo el mundo oculta. ¿Qué hubiera sucedido con otro espectáculo? Sin duda se habría prohibido, porque nadie tendría el valor de ir allí donde una bomba ha herido gravemente a decenas de personas, solo unas horas antes. En medio de comunicados y desmentidos sobre un muerto, en un juego macabro de desinformación oficial, que califica a este Alcalde, Peñalosa, como un tipo de peligrosidad rápida con la que trata de vestir su supuesta decencia democrática.
Entra en juego aquí la firma del muerto, importante si tenemos en cuenta que estamos en medio de un proceso de paz entre guerrilla (FARC sobre todo y en pare FLN) y el Gobierno, que no tiene todo el quórum del país. . Si el muerto lo firma la guerrilla, hay un problema. Siendo esto así, la firma del muerto tiene un valor añadido. Pero las autoridades, ni aquí ni allí, dicen la verdad. No la dicen sobre los manifestantes nacionales e internacionales en las puertas de las plazas de toros. Acuñando para ellos leves nomenclaturas falsas: animalistas.
El día 22 de enero, en Bogotá, dentro del grupo de manifestantes, un observador nada especializado, habría sabido distinguir entre gentes de bien desinformadas, grupos de mascotistas (afines al beneplácito de las mascotas) y muchos anti sistema. Muchos. Tantos que fueron ellos los que animaron, instaron y ejecutaron una violencia brutal de la que los medios de comunicación no dijeron nada. Una guerra de guerrilla urbana con persecuciones hasta los domicilios de los aficionados, grabaciones en video para subirlas a redes sociales, golpes con palos, puñetazos, lanzamiento de piedras, cristales… ¿Qué está pasando aquí?.
¿Necesitamos un muerto para que alguien investigue todo lo que sucede alrededor de las plazas de toros?. ¿De verdad creen que el 0,0000000001 por ciento de todos los animales del mundo (el toro de plaza) suscita todo este clima de violencia internacional?. A quien quieren engañar. ¿Puede ser los anti sistema los que colocaron el artefacto? ¿No son ellos los que dominan las manifestaciones antitaurinas? ¿Qué hay detrás de todo este tinglado de manifestaciones supuestamente ‘animalistas’?
¿De verdad necesitamos de un muerto para abrir los ojos?