
Y además seguida por un público animoso en donde sobresalieron los niños quienes, acompañados de un mayor, tenían sitio garantizado en el festejo. Más de media plaza en tarde soleada y calurosa se dio cita en el coso del paseo de Zorrilla para contemplar la novillada de promoción en la que seis muchachos, novilleros sin caballos, han hecho las delicias de una u otra forma a los aficionados y sobre todo, el ganado lidiado, bravo y encastado donde sobresalió un ejemplar de los Hermanos García Jiménez premiado con el pañuelo azul. El animal se llamaba «exquisio«, en la tablilla anunciadora, aunque creo más bien que «exquisito» sería porque hizo honor a su nombre, una auténtica pera de donguindo. Bravo y encastado, repetidor, humillando, noble y respondiendo al toque del torero con prontitud y nobleza. Un toro de vacas si hubiera sido picado este burraquito de los hermanos García Jiménez.
Los novilleros, seis, han tenido el siguiente resultado: Pablo Atienza, oreja; Cedric «Kike», vuelta al ruedo; Alejandro González, oreja; Juan de Dios, dos orejas; Alfonso Cadaval, oreja y Antonio «Toñete», una oreja. Por lo respecta a los erales, más terciaditos los tres primeros y más cuajados los tres siguientes. Primero y tercero aplaudidos en el arrastre y el cuarto premiado justamente con la vuelta al ruedo. El sexto rajado y con genio, fue el garbanzo negro del estupendo encierro que mandaron a Valladolid los Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez.
Estos animales que se crían a la abrigada de la peña de Francia allá por el Cabaco mantienen un tipo de bravura casi olvidado en muchas tardes de toros. Encastados, duros y nobles, que no abren la boca y que mueren vendiendo cara su vida, hacen que el reencuentro con la bravura y la fiesta se haga más palpable, signifique el punto de encuentro en que el torero y el toro muestras conjunción y armonía y el público disfruta y premia con sus aplausos y ovaciones la lidia.
Esta tarde nadie se ha aburrido en la novillada sin picadores y eso que ha durado más de dos horas de reloj, tanto que en los dos últimos toros fue preciso dar la luz eléctrica para que las cámaras pudieran retratar y grabar sin el flash las evoluciones de los toreros, mientras las lentejuelas de los toreros titilaban en el veraniego y apacible atardecer vallisoletano.
Paclo Atienza dio cuenta de «carcelario» que abrió plaza y que pertenecía al hierro de la ganadera Olga Jiménez. Lo recibió con una larga de rodillas. respondió su compañero Kike en el quite con dos chicuelinas y una revolera. Tras parearlo, con la muleta, Atienza estuvo bien con la mano izquierda. En un momento el eral lo encunó en un achuchón sin consecuencias. El novillo iba largo, pero hay un momento creo que fue excesivo para darle muerte. Estocada casi entera algo contraria y tres golpes de verduguillo mandaron al desolladero al ejemplar, aplaudido cuando las mulillas lo arrastraban. El Presidente premió con una oreja al muchacho.
El francés «Kike» que brindó al público toreó un eral con poca fuerza. Justo de bríos, el novillero lo intentó en una faena larga y algo deslavazada, con poca sustancia. Pinchazo y estocada además de un aviso fue el resultado de su aseada intervención.
Alejandro González, del Puerto de Santa María, toreó con cierto estilo y gracia con la mano izquierda. Aunque fue desarmado en un par de ocasiones, su desplante final rodilla en tierra preludió a la estocada delantera que no obstante le sirvió para obtener una oreja solicitada por el respetable.


Y salió Juan de Dios, el muchacho murciano que está a las órdenes de José Ignacio Sánchez en la escuela de Salamanca a recibir al urraco que a la postre sería el novillo excelente, bravo e inmejorable, con galope y respondiendo a los cites una y otra vez, por ambos pitones. Juan ligó con arte y temple, gustándose. «se jartó de toro«, diría un castizo andaluz. Ya en los primeros lances de capa se vio que las cualidades del ejemplar eran inmejorables. Supusieron un reencuentro con la bravura sin duda alguna, pero también con el asentado toreo del muchacho. Tras conseguir una estocada, un pelín desprendida, la plaza fue un manicomio de petición de premios. El Presidente otorgó las dos orejas al novillero y exhibió el pañuelo azul para el novillo.
Así que al salir en quinto lugar un «esaborio» de nombre para que lo toreara el hijo de uno de los Moranco, Alfonso Cadaval, no se pensaba que hubiera toreo del bueno, de kilates de aprendizaje. Sin embargo Alfonso Cadaval que brindó al público sacó esa gracia sevillana de compás y remate con gusto a todas las series. Muy pausado el torero, con temple y tranquilidad hizo una faena con mucho gusto y torería por lo que fue premiado con la oreja del novillo cuando logró la estocada, algo tendida, y un golpe preciso de descabello.
El último de la tarde, el novillo más cuajado y grande del encierro, fue a dar y con él pechó Antonio «Toñete». Resultó manso y muy corretón al que pareó arriba y con estilo el subalterno Jesús Delgado. Pese a brindar al público, Toñete no acabó de acoplarse con el animal, recio y duro. Puso voluntad el torero, pero recibió dos tarantatanes, uno de ellos espectacular, teniéndole entre las astas y haciéndole caer al suelo de malas maneras. Un pinchazo y estocada entera acabaron con el de García Jiménez. Por su voluntad, arrojo y valor, fue premiado con una oreja.

En resumen, una muy entretenida novillada de promoción esta de Valladolid que sirve para conocer los nuevos valores de la novillería sin caballos y la ilusión de quienes quieren llegar en ese camino arduo y difícil que supone el toreo y además con bastante público en las gradas, lo que viene a demostrar que si las cosas se programan bien, se obtienen resultados. La siembra esta hecha y aunque el crecimiento de la espiga torera sea lenta, hoy en Valladolid se ha palpado que puede haber futuro y además oyendo la música de la Banda de Íscar, genial como siempre, armónica y merecedora de una ovación, interpretando el pasodoble torero.
Fotos: PABLO ALONSO
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