Cuatro erales extraordinarios, con bravura, genio y motor han sido lidiados esta tarde en la plaza de toros de Tordesillas ante casi tres cuartos de plaza, en un festival taurino programado con motivo de las fiestas de la Peña. Los diestros Víctor Janeiro, silencio; Julio Benítez «El cordobés», oreja; Sebastián Palomo, dos orejas y el novillero salmantino Carlos Navarro, silencio, vestidos todos ellos de corto torearon la encastada novillada de Miranda de Pericalvo.
No puede decirse que el festival haya sido un dechado de belleza y torería, antes al contrario. Los erales pusieron en su sitio a los toreros, en su exigencia por la embestida y la chispa que todos ellos tuvieron. Muy por encima de los actuantes, tres de ellos fueron aplaudidos en el arrastre.
Me gustó sobremanera la formas y el toreo del novillero acartelado, Carlos Navarro. Muy bien en todos los momentos de la la lidia. Con unas series por el pitón izquierdo realmente extraordinarias. El novillo acometía con celo y humillando y el muchacho logró los mejores momentos de la tarde. Lástima que fallara con los aceros lo que produjo que los posibles trofeos que tenía ganados volaran y las mulillas llevaran al desolladero al ejemplar salmantino con las orejas sin cortar.
Por citar algo habría que hacerlo con el segundo de la tarde, que hizo pasar serios apuros al subalterno Juan Manuel Arjona a quien volteó aparatosamente, cebándose con él y destrozándole el pantalón, así como al propio diestro «El cordobés» hijo, a quien en uno de los achuchones encunó y mandó al suelo, rasgándole el pantalón y marcándole un varetazo en el glúteo. Los esparadrapos para uno y un pañuelo y el vendaje para el otro, taparon los huecos por donde entraba y salía el aire. El torete vendió cara su vida y exigente en su bravura, puso a todos en su sitio.
Quien salvó un poco la tarde fue Palomo Danko, el hijo de Palomo Linares que cortó dos orejas, una de ellas mendigada por la cuadrilla con gritos y voces demasiado descarados desde el ruedo, en una fea costumbre que se observa en casi todas las plazas de toros. Palomo sometió en su faena por bajo al eral, sacándolo al medio con estilo y enjaretándole un par de series por el pitón derecho de cierta gracia y colocación, aunque moviendo mucho los pies. Con la izquierda, agarrando el estaquillador por un extremo, citó al toro y le instrumentó una serie aseadita. Logró, tras perfilarse en el tercio, una media estocada que echó por tierra al animal y el público pidió la oreja para el torero a quien la vocación de la tauromaquia le ha llegado algo tardía ya.
Este festival taurino de Tordesillas, con motivo de las fiestas de la Peña y como cierre de sus festejos, no ha tenido la calidad, valentía y arrojo que podrían haber puesto chiquillos que quieren acceder a ser toreros y no estos hombretones, ya curados en sudores y metafísica, que deberían estar toreando al menos con caballos. Es increíble que diestros consagrados en el escalafón de una u otra forma, lidien novillos erales, chotos, bien es verdad que estaban presentados para los dos añitos de edad, quitando el sitio a chiquillos que quieren ser toreros y a los que se les corta la oportunidad, por aquello de lo mediático y de la propaganda. Por eso, de toreo en Tordesillas esta tarde, muy poco, casi nada entre dos platos, salvado por la bravura de los novillos de Pericalvo y las ganas de un novillero llamado Carlos Navarro.
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