
La terna de diestros toreros compuesta en esta ocasión por Alberto Aguilar, Diego Silveti y Jiménez Fortes salió por la puerta grande entre las aclamaciones del público que asistió a la segunda de la feria, con dos orejas por barba en el esportón de cada matador. Se lidiaron toros de Carlos Charro, bien presentados, bravos y nobles, dos de ellos justos de fuerza pero encastados que propiciaron el triunfo de sus matadores. El público aplaudió en el arrastre con fuerza al que abrió plaza un toro de nombre «azebuche», bizco del pitón izquierdo y que supuso el triunfo del torero madrileño Alberto Aguilar.



Un tercio de plaza presenció esta segunda corrida de toros, amenizada por la banda de música de Íscar que está protagonizando durante todoa la feria un «tercio de pasodobles» realmente digno de aplauso y reconocimiento por su bella conjunción y armonía entre todos sus componentes.
Alberto Aguilar, el menudo pero bragado torero madrileño cuyo pupilaje corre a cargo del maestro José Antonio Campuzano, puso en el primero las cartas boca arriba ante un ejemplar salmantino de la divisa azul y blanca de Carlos Charro, bravo y repetidor con valor y entrega de principio a fin de su faena. Acostumbrados como estamos a que la apertura de plaza y corrida tenga un interés, erróneamente, menor, por aquello de que la gente se está acomodando en el tendido, lo de Alberto es digno de resaltar. El tranco del toro bueno le permitió al diestro empezar su faena de muleta con tres muletazos por bajo excepcionales, sometiendo al animal y mostrando un juego de muñecas de padre y muy señor mío. Tan solo un desarme en una de las series que le enjaretó al de Charro de ceñirse tanto y hacer girar al toro alrededor de su cuerpecillo que hoy estaba vestido de blanco y oro. Vació al toro con desparpajo y estilo, rematando muy bien las series y echándose de rodillas acabó su brillante y valiente faena. Una estocada entrando como una vela, arriba, le otorgó sin dilación de la Presidencia las dos orejas de este «azebuche», muy aplaudido cuando las mulillas lo llevaban al desolladero. En el cuarto, de nombre «escribano» al que recibió con dos largas de rodillas y cuya faena de muleta brindó a su pequeña hija diciéndola textualmente: « África!. Va por ti porque eres la niña más guapa de toda la plaza». Alberto, con este toro, mostró también sus fundamentos toreros pero el toro se apagó a las primeras de cambio, con lo que resultó imposible el lucimiento. Una estocada caída, un pinchazo y un golpe de verduguillo terminaron con el animal. Alberto al recoger la montera que le lanzó su hija le dijo cariñosamente: «Mi niña, yo creí que iba a ser. Un beso». No pudo ser y el silencio del respetable recogió su faena.



En segundo lugar actuó Diego Silveti, el torero mejicano nieto del «tigre de Guanajato» David Silvetti, quien desorejó a sus dos toros, tanto a «mordedor» como a «quitaluna». Salió dispuesto Silveti a no dejarse ganar la partida y comenzó su faena de muleta citando desde el centro del platillo e instrumentando un pase cambiado que repetiría sin enmendarse y un remate por bajo con gracioso estilo. Mostró buenas formas en su toreo el mejicano con ambas manos templando y mandando al animal y los muletazos finales citando de frente por detrás muy propios de esa escuela de torería hermana. Siempre valeroso, honrado a carta cabal, pinchó bien es verdad que sin soltar a sus dos toros, hasta lograr la estocada ante el primero y una casi entera al segundo. La petición del público en ambas faenas hizo que el alguacilillo le entregara la oreja merecida de cada uno de sus enemigos que paseó sonriente y feliz alrededor del anillo.






Y concluyó terna Saúl Jiménez Fortes, el torero malagueño, alto y espigado, poderoso y entregado en el que cerraba plaza y corrida pues ante el primero de nombre «madrileño«, el más flojito del encierro, no había podido ser, matándolo además muy mal con una estocada que hizo guardia, al írsele al hombre la mano tras atracarse de toro. Consciente Saúl que sus compañeros ya tenían ganada la puerta grande, salió a por todas al enfrentarse a un «amador», bueno, bravo y noble. Hasta le hizo un quite por chicuelinas ajustadas y dos revoleras de remate que pusieron al público en pie, aplaudiendo de verdad el mismo. En su faena de muleta Jiménez Fortes lució al toro que iba de largo en los primeros compases de la lidia, para llegar al arrimón final dejándose rozar los alamares por los pitones del toro. No faltó tampoco un circular con la mano izquierda largo muy aplaudido, ni tampoco los cinco últimos pases de frente por detrás en el estilo español, contestando a los dados por su compañero Silveti. El toro ya casi sin fuerza, exhausto pues había cumplido con creces, se quedó cuadrado y Fortes entró a matar, pinchando en todo lo alto, en el sitio que bastó para poder descabellar a la res. Atronado el ejemplar, los pañuelos y la bullanguera concurrencia de peñas animó al público que tremoló sus pañuelos haciendo que el presidente sacara dos de los suyos, señal inequívoca que las dos orejas eran para el diestro malagueño.
Al final del festejo, los tres matadores salieron a hombros por la puerta grande precedidos de una gran pancarta portada por los jóvenes taurinos.
En resumen, una buena corrida de Carlos Charro la vista hoy en Íscar seguida por muchas caras conocidas en el tendido, de matadores como Leandro y «Suso», ganaderos como Moisés Fraile y Aníbal Sánchez; la diseñadora de moda y accesorios taurinos Claudia García, aficionados de siempre como Javier Fernández Cisneros e Ignacio Velasco y miembros de las peñas de Íscar. En ella se han encumbrado tres toreros por méritos propios, Alberto Aguilar, la honradez y el valor ante los toros; Diego Silvetti, fuerza y torería y Jiménez Fortes, entrega y fundamento torero. Ah! Y una niña de cuatro añitos llamada África, a quien su padre brindó el toro con una dulzura y mirada cariñosa que nos cautivó a quienes estuvimos a su lado.
Reportaje gráfico de JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ




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