Aunque sí fueron nobles y estuvieron bien presentados de cuajo y trapío los toros de Juan Manuel Criado que sustituyeron a los anunciados de Carlos Charro en la lidia a pie, toreados, banderilleados y muertos a estoque por Enrique Ponce (Palmas y dos orejas); Francisco José Espada, (Oreja y aplausos), mientras que los dos destinados al rejoneo del estellés Pablo Hermoso de Mendoza pertenecían a la ganadería de Ángel Sánchez y Sánchez y resultaron bravos. Hermoso de Mendoza obtuvo silencio y una oreja. Actuó como sobresaliente Miguel Ángel Sánchez.
Había programado la empresa de Ávila una corrida mixta en el coso de la ciudad de los caballeros con toda su ilusión, trabajo y tocando los mil y un palillos que se precisan para obtener un resultado, al menos que no se pierda demasiado en el intento, con precios populares. El público abulense respondió asistiendo al festejo y llenando tres cuartos de plaza, aplaudiendo hasta las intenciones de los toreros. Un público jovial y entretenido, muy joven que llenó los tendidos de la solanera y que fue capaz de forzar al presidente de la Plaza a otorgar una segunda oreja a Enrique Ponce más que generosa por lo desarrollado y hecho a cargo del buen torero de Chiva. Ponce estuvo muy quejoso toda la tarde con el piso de la plaza y en eso creo tenía razón porque torear después de las cabalgadas del caballero rejoneador con sus cabalgaduras supone un riesgo innecesario que podría ser evitado siempre y cuando el rejoneador toreara el último. Más que nada para evitar hoyos, corrimientos de arena, pisadas en el firme que no son debidamente restañadas por la imposibilidad material de los areneros para poder hacerlo.
Los areneros hasta estropearon en su buena voluntad el carricoche con el que pintan las líneas con el blanco España y tuvieron que acabar el diseño, a mano, con una bacinilla y un caldero cargado de la blanca caliza, entre la pita del respetable. Como un joven fotógrafo armado con una cámara de video y un bastón se puso a filmar y hacer el recorrido al lado de los toreros en antiestética presencia, inútil y rechazable. Estos fotógrafos que se quieren meter en el paseíllo de los toreros y hacen horrible su presencia entre los trajes de luces, deberían ser amonestados por la Autoridad de la Plaza.
Pero vamos a la corrida y al rato pasado en Ávila, gracias a las atenciones que tienen para con nosotros la empresa Por Naturales y Nacho de la Viuda, un hombre que está al lado de César Jiménez y su equipo de la plaza de Ávila y que él mismo reconoce que acertar con todo es muy difícil, pero al menos, estos jóvenes empresarios abulenses lo intentan mejorar cada vez con nuevas aportaciones e ideas.
Primero por ser el orden de lidia así en una corrida mixta habría que hablar de Pablo Hermoso de Mendoza que ha estado poco convincente en el primer toro, dejándose alcanzar en varios giros sus cabalgaduras y pinchando con el rejón de muerte más de la cuenta. No obstante como a Hermoso de Mendoza se le quiere en Ávila y el silencio había sido más que significativo tras la lidia al primer toro de la tarde, un «zapatero» de 520 kilos, enmorrillado y bravo, con el que se acopló en contadas ocasiones, estuvo más entonado con el segundo de su lote, otro murubeño que sirvió para el caballero rejoneador. Pese a pinchar dos veces con el rejón de muerte y lograr a la tercera enterrar el acero, la oreja cayó en el esportón del navarro por una actuación mucho más completa en la que no faltó un par de banderillas a dos manos de bella factura.
En la lidia a pie Enrique Ponce con las prevenciones por aquello de la irregularidad del piso dio cuenta de «pelícano» y «jareño» con un toreo muy propio del diestro, pero sin torear con la izquierda, salvo las trincherillas de cartel ante su primero para acabar con una media trasera y tendida y tres golpes de descabello. Estuvo algo más entonado el maestro valenciano con el quinto, por aquello de no hay quinto malo, un toro bravo pero con poca fuerza que se derrumbaba si la mano baja del diestro le obligaba a pasar. Ponce, con oficio y con marca en su cartilla torera por aquello del valor se le supone, toreó con su estilo inconfundible. Tras cuadrar al ejemplar de Criado, le recetó una entera que desató el griterío y el bullicio entre los espectadores. En los tendidos aparecieron pañuelos como para haber premiado la faena con una oreja, pero eso de las voces al Presidente, de los gritos de espectadores y porque la cosa no vaya a mayores, pese a decir al principio que no, cedió el usía y de nuevo echó al balconcillo otro pañuelo blanco concediendo la más voceada que pedida segunda oreja.
Francisco José Espada pechó con el lote más escaso de fuerza, especialmente el cinqueño «jardinero» que cerraba corrida y que, de haberlo matado a la primera hubiera acompañado por la puerta grande a su maestro y compañero. Pero el toro se caía casi inválido pues le fallaron las patas para sostener su corpulencia de la casi media tonelada que pesó en la báscula el ejemplar. Espada, este torero de Fuenlabrada mostró hoy sus ganas de ser torero consagrado. Se arrimó lo indecible, dejándose rozar los alamares por el cuerno del bovino y quedándose toro y torero unos segundos eternos en la ejecución de un pase. El toro parado a la mitad del mismo y el diestro sin enmendarse ni un milímetro, ni mover las zapatillas en un arrimón antológico. De tal manera lo hizo ante ese cinqueño quinto al que dejó crudo en el caballo que rindió totalmente al toro a su muleta. Lástima que luego con la espada no le acompañara en su colocación la efectividad. Este joven tiene hambre de toro y así lo dejó dicho en ambas faenas ante los ejemplares de Manuel Criado.
Luego, cuando las nubes de mosquitos del río Adaja empezaron a revolotear y a picar y a molestar a la gente, salía a hombros Enrique Ponce entre los aplausos de la multitud congregada a la puerta de la plaza y muchos de nosotros íbamos sacudiendo con el jersey a los molestos cínifes abulenses que me dejaron el pescuezo marcado y bien marcado, los muy chupones.
FOTOGRAFÍAS: José FERMÍN Rodríguez
FICHA DE LA CORRIDA
Avila, Corrida de toros mixta. Tres cuartos de Plaza.
Dos toros de Ángel Sánchez y Sanchez, bravos, para el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y oreja. Y cuatro de Juan Manjuel Criado, nobles, bien presentados, pero sin casta ni fuerza, dos para Enrique Ponce, aplausos y dos orejas y los otros dos para Francisco José Espada, una oreja y aplausos.
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