La ganadería de Simón Caminero Ortega, un patriarca afable y campechano, hombre dedicado en cuerpo y alma al cuidado de ganado bravo ha estado de fiesta emotiva y profesional por el bautizo de sus becerros bravos nacidos en 2015 en las praderas ribereñas al río Carrión muy cerca de Villanueva del Río como no podía ser menos. Nos abre su casa con la hospitalidad de siempre y la amistad con la que este hombre me distingue desde hace muchos años. Es un día espléndido, demasiado caluroso para la época del año en el que se han herrado con la C de su marca ganadera 46 animales, 24 machos y 22 hembras en total. No falta la anécdota para acceder por un vericueto y estrecho camino agrícola que comienza a la salida de Carrión de los Condes y nos lleva a la ermita de San Juan de Cestillos, perdidos, desde donde nos rescata y orienta siempre risueña y amable María Jesús, la esposa de Simón. Con sorna nos asegura que la romería de San Juan de los Cestillos es en Junio y que habíamos acudido demasiado temprano a la misma.
Sin poder contener las risas, Fermín el fotógrafo y un servidor accedemos al recinto ganadero de la «Cigoñera» cuando ya las tareas de herrado han empezado. Setenta y cinco años llevan estas instalaciones herrando toros desde que Ceferino, el padre de Simón, y Pedro, su tío, hermanos propietarios de la línea de autobuses Gómez la vendieron para adquirir esta finca y dedicarse a la cría de toros bravos.
Esta explotación ganadera de bravo es la número 2 provincial en Palencia (la primera fue la de Encinas) y ocupa la número 64 en el escalafón nacional. De manera que su solera está más que acreditada y lograda por esta familia, la de la C de Caminero, que siguen en la brecha dando toros y haciendo un auténtico arte equilibrado en su oficio, pleno de cortapisas, dificultades y obstáculos.
Ahí en la Cigoñera mamó Simón su profesión vocacional a la que ha dedicado toda su vida y que ahora lleva directamente su hijo Pedro, la tercera generación de la familia Caminero. María Asun, la doctora, también está en la faena y además se encarga de avituallar a la concurrencia con comida y bebida, sin que falte de nada y con una sonrisa en los labios.
Echamos de menos a Jesús, el tercero de los hijos, que tiene faena allá en Calzada de los Molinos en «El Pisón» con sus novillos, bravos y nobles.
Tras saludar a todos, Santiago García, el veterinario que dirige la faena y desparasita a los animales, nos facilita el nombre del primer torete herrado, un negro mulato de nombre «profesor» marcado con el número 13, mientras vemos a una preciosa hembra de escaparate, burraca en colorado, pelo extraño, bonito y genuino, señalada con el número 20.
Manuel Lobato, el de Tordehumos, caldeando los hierros, poniéndolos candentes con el sistema de gas butano, mientras van pasando por el mueco los animales, siendo marcados y dejando en el aire un olor acre picante a torreznos y pelos fritos. Todos salen de él haciendo fú como el gato.
En otro lugar Francisco José Lorenzo, el apoderado taurino de Villoldo, recoge en un corro setas que prepara luego en un pequeño asador a campo libre y que tomamos con fruición y apetito, mientras hablamos de toros. ¡Extraordinarias las setas, Loren!.
Simón Caminero Ortega, ganadero de reses bravas, nos muestra también los animales en un recorrido por las instalaciones, a bordo de un todoterreno que no se para y huele dentro a membrillo y manzana. Una corrida de Palha de ocho toros; vacas de origen Adelaida Rodríguez, algunas de las cuales, con trapío y cara, arropan a sus becerros; erales y novillos; algunos utreros con mirada seria, torva, de mala leche se nos encaran, alzando la gaita y mirándonos fijamente; bueyes de campo, generosos en trabajo y ayuda para el manejo ganadero… Todos los animales van y vienen alejándose de nuestra presencia.
Tras la labor de ese bautizo de fuego, día de fiesta ganadero, en la plaza de tientas del recinto sueltan unas becerras para torearlas. Por allí anda «El Romo» echando la muleta a la cara y encauzando la embestida y otros toreros de fortuna componentes de la rebujiña y asistentes a esta faena campera singular y alegre.
Luego, la comida, compartir el pan y la sal, la charla, la camaradería y la palabra, el saludo afectuoso y la despedida deseando que los toros sean lidiados en la plaza y den buen juego.
Fue una estupenda y calurosa mañana de diciembre en que aún quedan algunas cigüeñas por la zona, sin emigrar. Será cosa de calores y tiempos, aunque yo creo más bien que es por el cobijo ribereño que brinda el Carrión y su enclave peregrino animoso y acogedor. Gracias, Simón y mucha suerte.
Fotos. JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
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