Decir Simón Caminero en los ambientes taurinos es decir y entender toros, festejos, encierros, fiestas de pueblos. Un hombre más que conocido respetado y querido por sus muchos amigos, vilipendiado por sus enemigos y admirado por cuantos nos acercamos a este mundo del toro para fomentarlo, darlo a conocer, apoyarlo en la medida de las posibilidades y sentirlo también como algo nuestro, enraizado en lo más profundo de nuestra historia y de nuestra forma de ser.
Simón Caminero acaba de terminar la organización de la feria de Íscar de este año y, como cualquier otro agricultor y ganadero que se dedica a las tareas camperas y agropecuarias, al preguntarle por el resultado económico de la feria, la expresión «aquí seguimos para adelante, echándole huevos a la cesta» con el rostro serio, recio, pero tranquilo sin mayores quejas que las habituales, aflora espontáneamente. No le queda el recurso de echarle a San Isidro la culpa por la mala cosecha o bendecirle y agradecerle la buena, sino que es él y su propio trabajo y el de sus allegados los que le colocan año tras año y día a día en esa tesitura de riesgo, esfuerzo y afición desmedida por los toros bravos.
Simón Caminero, el de Carrión de los Condes, es el mismo tomando una cerveza en el bar España de su localidad natal que en el callejón de una plaza, en el apartado de toros en los corrales, a pie o a caballo, echando al ganado, o comentando cualquier incidencia taurina de las múltiples que surgen cada día.
Sabe Simón de esto más que los ratones colorados. Es experto en sabiduría taurina y además lo tiene casi todo: Manos encallecidas, piel tostada por el trabajo de la solanera y agrietada por el frío del invierno en la paramera palentina. Un hombre del mundo del toro que llegará más o menos al público aficionado, pero que siempre está ahí dispuesto a solucionar, a resolver, un problema de festejos, a lidiar con concejales, alcaldes y ayuntamientos de la región. Nadie queda indiferente cuando trata con Simón Caminero.
Y al lado de Simón, junto a él, la esposa y madre de sus hijos María Jesús Pérez, siempre a su vera, con la cartera y los papeles. Solícita para organizar las tareas administrativas de la empresa: Permisos, documentación, pases, entradas, personal, seguros, contratos, comidas, alojamientos, papeles… Es María Jesús quien a mí me ha atendido siempre sin pedir nada a cambio, facilitándome la entrada a los festejos, y ayudándome en mi labor informativa. Ella, a la que no le gusta aparecer en las fotografías pero que entiende de toros como el que más y de papeles más que el Delegado de la Autoridad, es el complemento idóneo de Simón. Ambos conforman la moneda de la familia Caminero, los de Carrión de los Condes, propietarios de la Cigoñera y, por la gracia de Dios, ganaderos y personajes inconfundibles en este mundo del toro.
En tanto tiempo, como en el toreo, las luces y las sombras acompañan toda una vida dedicada y ellos, Simón y María Jesús, son justos protagonistas por méritos propios de nuestro reportaje y más ahora cuando ellos trabajan en tantos y tantos pueblos de España que arden en fiestas y dan los toros que corren por calles y plazas para diversión y entretenimiento secular de la afición.
Tienen toda una vida entregada a la causa taurina y eso ya de por sí merece un respeto.
Mucha suerte en este diagosto festivo.
Foto: José Fermín Rodríguez
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