La grandeza de la Tauromaquia se mide por cosas pequeñas y sencillas que acercan el ayer a los espectadores para divertirse, emocionarse y gustar de un festejo lleno de emotividad, bravura y buen toreo como ha sucedido en una tarde inolvidable en la plaza de palos de Montemayor de Pililla, declarada como bien cultural. Y tras gozar de una emoción añeja única, por qué no habrán seguido toreando los dos novilleros que hoy han estado en ese recinto que revitaliza el ayer taurino. José Manuel Serrano y Valentín Hoyos han salido merecidamente a hombros por la puerta grande de esta singular plaza, tras lidiar hermosa, templada y poderosamente a dos bravos, encastados y nobles novillos de Toros de Tierz, premiados con el pañuelo azul por la Presidencia del festejo, cortándoles las dos orejas y el rabo. Erales que humillaban, metían la cara con ansia y celo, embestían y se movían con rapidez ante los capotes y las muletas de los dos novilleros, pues ambas faenas han sido redondas.
Creo que lo de esta tarde en Montemayor de Pililla resulta, al menos para mí, inolvidable. No solo por estar dentro del mismo rectángulo de la arena, cobijado por la empalizada que da nombre a una asociación que ha sido capaz de dotar a su pueblo de esta maravilla de plaza de palos, propia de otro tiempo, que engarza y recuerda tantas y tantas como conocimos cuando éramos niños, sino por la bravura y el toreo presenciado a cargo de dos jovencísimos noveles aspirantes a torero.
Primero porque la empresa, Taurogest, que dirige y gestiona Alfonso González con Pepe Mayoral ha sabido programar un festejo destinado a quienes deben ir a torearlos que son los chavales que empiezan, los que no tienen oportunidad pero sí hambre y ganas de ser toreros. Segundo porque los dos novillos de Toros de Tierz traídos por el ganadero César Mata han sido bravos y encastados, de categoría para entendernos, embistiendo con el rabo tieso, entregados y con nobleza excepcional. Tercero porque los dos novilleros han estado a la altura. Pero no solo ellos, las cuadrillas lidiando correctamente y pareando además con decisión, galanura, clavando arriba tras asomarse al balcón y sobre todo el público, animoso, aplaudiendo, reconociendo el espectáculo que estaban viendo desarrollarse en un recinto donde latía en una tarde soleada el ayer taurino de tantos pueblos de España.
Pocas veces hemos presenciado un espectáculo tan redondo, completo, ameno y con ganas de haber seguido con otro par de novillos al menos, porque el que soltaron para los aficionados una vez terminado el festival serio, era un morlaco con cuajo y trapío que hacía temblar los palos cada vez que derrotaba en un zurrido seco contra ellos.
José Manuel Serrano ha toreado doblando la cintura como un junco, ligando las series y rematando con un par de pases de pecho largos, emocionantes, entregados. La parte final para colocar en suerte al novillo colorado que abrió plaza y clavarle una estocada entera, algo tendida por poner un pero, al precisar golpe de descabello a la primera, culminó una faena muy en torero y en novillero sobre todo al echarse de rodillas y citar con temple en una de las fases de la misma. Las dos orejas y el rabo cayeron en un feliz chaval que sonrió alrededor de la plaza recogiendo flores y echando un trago de la bota que le lanzaron desde el tablado donde se acogían los músicos.
Valentín Hoyos, muy firme, fino y valeroso muchacho que tiene una perfilada capacidad para encauzar la embestida del novillo que salió con muchos pies del toril, pero que en los primeros capotazos instrumentados, se vio que el ejemplar humillaba y embestía con una clase excepcional. Su cuadrilla pareó espectacularmente bien, asomándose al balcón y clavando arriba en una perra gorda. Valentín con las dos manos, especialmente con el estaquillador agarrado por el centro, como debe hacerse, citando por la izquierda logró unos naturales de antología y al cambiar por la derecha los muletazos fueron largos, completos, de belleza y dominio auténticos. Una estocada entera fue suficiente para que el novillo se echara y los pañuelos del público de Montemayor tremolaron para concederle las dos orejas y el rabo del ejemplar de Toros de Tierz.
La única pega, por poner algo que no me agradó es que se utilice para el arrastre de los novillos una pala mecánica, a falta de mulillas enjaezadas que hubiera sido ya la releche completa, pero no queramos todo que hoy en Montemayor hemos encontrado la vieja Tauromaquia, la fetén, la de los comienzos, en un singular escenario. Laus Deo.
FOTOS: JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
José Luis dice
El tiempo, la pasión y el trabajo bien hecho hoy se han dado cita tanto en los toreros como en la excelencia de los toros!