Todo preparado y dispuesto para celebrar un año más las festividades de los santos más toreros del calendario: Nuestra Señora de la Asunción y San Roque. El calendario abre sus hojas volanderas una vez más enseñando una forma de diversión y apego a la tierra que todavía guardan con celo y aplicación los pueblos de Valladolid. Los toros corren por campos, calles, plazas y plazuelas para deleite de la afición. Son citados, cortados y llamados desde talanqueras, vallados de protección, ventanas, rejas, aceras por los toreros de fortuna en que se convierten cuantos acuden a las festividades.
Y entre medias las canciones, los chúndaras, los bailes, las jotas, las risas, los abrazos y los encuentros de amigos y conocidos que creíamos perdidos y encontrados de año y en vez en el recuerdo de una mañana de encierro, tarde y noche de toros, emoción y riesgo.
Además el servicio sanitario, de protección y evacuación, samaritanos que restañan las posibles heridas y contrariedades físicas, dolencias sobrevenidas, en su lugar alerta, dispuestos, solidarios, imprescindibles de la Cruz Roja y servicios médicos contratados por las empresas contribuyen también a mantener la tranquilidad y el sosiego necesarios de todos los toreros populares que saben del socorro que recibirán en caso de percance.
Está a punto de empezar el Chúndara en Peñafiel, la canción del pasodoble la Entrada adaptado a la medida de la localidad ribereña y que tiene al pijo del tío Bernardo en todas las admiraciones del mocerío. Seguirá el baile a San Roque ininterrumpido de la Jota en Pollos, mientras el cura revestido sonríe tras la imagen y los danzantes mueven sus piernas con alegría, al compás de la música. No faltará Nuestra Señora de Rueda a su cita en lagares y bodegas. Tampoco Villalar, ni Wamba, ni Tudela de Duero dejarán de lado sus honras.
Es el medio rural quien habla todos los veranos al llegar el diagosto, cuando ya están alzados los cereales y con la uva a punto de vendimia. Un medio rural de hombres y mujeres que tienen a su tierra por bandera, recogiendo de sus padres y abuelos la tradición heredada, que gustan de ella, que la aman y la respetan y que sienten en lo más profundo de su alma cómo otros, desde el urbanita acomodo de la ciudad, les atacan duramente, les quieren borrar de la memoria su dignidad por entenderla obsoleta y brutal, como ha sucedido en otro de los pueblos emblemáticos de Valladolid, Tordesillas, en donde el juego con el toro era su bandera.
Chúndara y fiestas de toros para compartir un momento de emoción, camaraderia y hospitalidad de una época ya pasada, pero que revive de año y en vez, en muchos pueblos de Valladolid.
Foto: Tribuna de Valladolid.
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