Todos los años se celebran en muchos pueblos festejos taurinos, en los que en una plaza y calles adyacentes, previamente valladas y delimitadas, se deja suelto un toro o toros y donde los asistentes pueden optar entre permanecer en los tendidos, balcones de casas, miradores y lugares elevados, a salvo de la acometida de las reses, descender al ruedo o entrar en las calles, correr delante o detrás de ellos y provocar la arrancada del toro para después eludir su embestida.
En ocasiones y más de una vez alguna persona es alcanzada por alguna de las reses, produciéndola heridas, contusiones y daños por los que precisa asistencia médica y quirúrgica en un centro hospitalario, con los consiguientes gastos derivados del incidente.
En primer lugar habría que saber que quienes participan en encierros, probadillas, lances taurinos populares, cites y cortes al toro en cualquier calle o plaza lo hacen conscientes del riesgo que ello entraña y voluntariamente, sin nadie que les obligue, asumiendo el mismo en un festejo conocido tanto en su desarrollo como en los riesgos y en los resultados lesivos que pueden producirse.
No hay además ninguna imprudencia por parte de la Entidad organizadora, al haber dejado libre a un toro dentro de un recinto previamente delimitado y cerrado con barreras, de tal forma que en la parte exterior de las mismas, las personas que presencian el acto no corren ningún peligro, no sucediendo lo mismo con las que traspasando las barreras se exponen a ser alcanzados por el toro que corre suelto y libremente por el interior del recinto acotado.
La entidad organizadora, en este caso los Ayuntamientos a través de sus Comisiones de festejos realizan los trámites oportunos para la concesión de la autorización por el organismo del Gobierno de la Comunidad autónoma a quien compete la autorización o denegación del festejo taurino, tras la solicitud presentada.
En fin, la actuación imprudente de la persona que conocedora del festejo, de las calles por las que discurre, asume el riesgo inherente a dicha conducta y participa voluntariamente en él, nunca puede ni debe prosperar su reclamación penal frente a terceros en caso de lesiones o daños, pues debe achacarse exclusivamente a su propia actuación individual, sin tener en cuenta el aforismo de que » quien ama el peligro, puede perecer en él»
EL NIÑO DE SAN MARTÍN dice
Por no mencionar lo que estorban,directamente,ciertas personas de muy avanzada edad o excesivo sobrepeso que sin tener la menor intención de salir al toro ocupan en gran número los burladeros o las entradas y salidas de los vallados….Demasiado poco sucede para lo que podría.