Definitivamente han perdido el oremus. Se creen dueños y señores, y de alguna manera lo son, de nuestras vidas, haciendas, intereses e inclinaciones por el hecho de pertenecer a la llamada «casta» política, y tener el privilegio de sentarse en el Congreso o en el Senado de España. Algunos de estos individuos que no han hecho otra cosa en su vida desde que en 1979 se celebraron las primeras elecciones democráticas, plena de corrupciones, favores bajo manga, hechos singulares de robos, latrocinios e incluso muertes e indignidades que la historia juzgará no tardando, llevan sus razones de la sinrazón a un extremo ya más que intolerable.
Hoy se ha aprobado la declaración en el Senado de los toros como Patrimonio cultural de España en una ley surgida de la iniciativa legislativa popular por 144 votos a favor, 26 en contra y 54 abstenciones. Mayoría absoluta por tanto por mucho que renieguen esas minorías absurdas que viven de la bicoca y quieren participar en la tarta que les dé fuerza, dinero, prestancia pero nunca honor, que ese hay que ganárselo cada día con las actitudes y con hechos, atacando a la Tauromaquia con toda su fuerza.
Y así hoy mismo, la senadora de ERC (Esquerra republicana de Cataluña) Ester Capella i Farré, definió la tauromaquia como «práctica en decadencia que nos devuelve a una sociedad salvaje y retrógrada que hace mucho daño a la marca España». Capella i Farré añadió que con la entrada en vigor de esta nueva ley, España va a perder reputación pues «en Europa ven la tauromaquia con los mismos ojos con los que nosotros vemos en los informativos imágenes de lapidaciones en África». Jordi Guillot, de ICV, compartió el mismo discurso antitaurino de crítica a una práctica, para él, «cruel y de otra época«, que nada tiene que ver con «los valores sociales y la ética ecológica actual», que hace «daño» a la imagen de España, y con la que el gobierno ha pretendido iniciar «una guerra política e ideológica».
Como la ética ecológica actual sea la que nos dan algunos políticos cada mañana, estamos apañados.
Hay que tener el corazón muy lleno de odio para hacer esas comparaciones, saliendo además de quien no cree en la nación española, pero que vive y muy bien de los recursos que allega todos los meses en la pagaduría de la Administración pública. Ambos elementos radicales se han despachado a gusto.
También el de Izquierda Unida José Enrique Iglesias ha calificado a la Tauromaquia de «hecho reprobable«.
En las intervenciones que pueden seguirse en el diario de sesiones se sabe que el Gobierno desarrollará diversas medidas en los próximos meses para lograr los objetivos de la norma como la creación de un Plan Nacional en el que se recogerán medidas de fomento y protección de la tauromaquia y además, en el plazo de tres meses impulsará las reformas normativas necesarias para recoger dentro de la legislación española el mandato y objetivos de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial de la Unesco.
Criticar y repudiar los toros y la Tauromaquia es la función de muchos animalistas integrados ya en esas corrientes de subvención y apoyo externas contrarias al más noble y mejor espectáculo español que se haya inventado nunca y por el que todos los taurinos tenemos que luchar, fomentar, divulgar, amar y defender.
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