Una, dos y tres. Tres banderilleros en el redondel. En este caso no son tres sino cuatro los areneros que rastrillo al hombro cierran un paseíllo, con cierto aire marcial, y van a encargarse de mantener el ruedo en buenas condiciones para la lidia. Cuando cada toro sea arrastrado por el tiro de mulillas, ellos, aplicados y con rapidez, deberán alisar la arena removida y cubrir los restos de sangre que pudiera haber. Ese es su oficio y su menester.
En cualquier reglamento taurino ya se especifica con todo detalle su cometido y la obligación de que las plazas tuviesen dispuesto en el callejón un depósito de arena, varias espuertas o serones y dos mozos para realizar la labor con premura que limpien y retiren los obstáculos y peligros que quedaran en el ruedo. En las viejas estampas de la tauromaquia, mucho quehacer tenían los areneros, pues las cabalgaduras destripadas eran nota más que habitual antes de aparecer los petos en los caballos.
Pero los areneros hoy con una función similar con la que se conoció su incardinación dentro del festejo taurino, alisadores que rastrillan y recogen las basurillas propias de la función, siguen teniendo su protagonismo en ella. Por eso es curioso ver la cuadrilla de los retratados con la herramienta de su actividad al hombro, uno aferrándolo por el medio del mango, otro llevándolo por el mismo borde del astil, como si fuera en desfile militar con su imaginario cetme del antiguo servicio castrense, observado con sorpresa por su compañero de al lado. En tanto el tercero en discordia lo aferra suavemente con ambas manos, tal cual hace el alférez portando la bandera.
En fin. Traemos hoy en esta pequeña gacetilla a los areneros de cualquier plaza de toros para destacar primordialmente su actividad también necesaria en todo festejo. Un paseíllo sin areneros parecería menor de lo que en realidad es: Una muestra colorista y ordenada de cuantos intervienen en la lidia. Ellos, pese a que no están en el ruedo mientras se torean los toros, cobran su protagonismo tras morir el ejemplar y deben acabar las operaciones de limpieza de la arena antes de la salida de la siguiente res.
Y aunque al decir arenero más recuerde al oyente al cajoncillo en el que un gato hace sus necesidades fisiológicas en la casa, menos al personaje de las leyendas nórdicas que ayuda a los niños a conciliar el sueño y en especial a cuantos nos movemos por el mundo taurino a quien mantiene en condiciones la superficie de la plaza, hoy les hemos traído a colación a los retratados porque también los nuestros merecen asomarse entre nuestras cosas del aire cibernético.
Una, dos y tres. Cuatro areneros por el redondel.
Foto: José Fermín Rodríguez.
Deja una respuesta