Desde Albacete nos llegan dos fotografías de la sentada a la puerta de la Plaza de toros «La Chata» de un novillero, Cristian Pérez, a quien vimos triunfar y ganar en el Bolsín de Zamora en el histórico y emocional coso de Toro, festejo organizado con acierto y pericia por el Foro taurino de la ciudad. Luego, el 9 de septiembre debutaría con caballos en la plaza de su tierra, Albacete, triunfando por su aplomo y torería. También estuvo con nosotros en Rioseco integrado en el certamen de tentaderos, tocando un pitón, gracias a la modesta escuela taurina.
El caso es que ahora y desde los inicios de este mes de agosto se ha declarado en huelga de hambre pidiendo una oportunidad para poder estar incluido en la feria de Albacete, pasando frío o calor, penalidad y sacrificio con la pena del sistema en el que están envueltos muchos como él.
Dicen algunos que este mundo taurino está cerrado a cal y canto, como si de una caja fuerte de siete llaves se tratara y que en él no se puede nadie mover, como si los designios de la vida solo estuvieran y se dieran en la Fiesta de los toros, cuando es en todos los órdenes de la vida. Pues ella es una lucha diaria, un esfuerzo constante de coraje y aguante. Aquí no suele haber nada fácil, y por mucho que se hable y se diga, las obras y la realidad son los amores, no solo las buenas razones.
Es otro ejemplo más de lo complicado del movimiento que debe demostrarse andando en este valle de lágrimas que queremos cambiar por un sitio de dulzura y miel de imposible realidad.
Creo que a veces el toreo da la lección más grande de enseñanza para moverse en la vida para llegar «al acabamiento de ser hombres«. Su actividad no es un camino de rosas, fama y dinero. No es cierto ni tan siquiera para cuantos han sido elegidos y colocados en la cima de la gloria. Siempre el precio por el triunfo llega no sin dolor, angustia, temor, hambre, miedos y a veces muerte, por eso el pago es mayor que todo lo demás.
Cristian como Iván, José Miguel, Alberto, David, Pablo, Manuel… y tantos y tantos toreros que no tienen oportunidad en su propia tierra son la cara descarnada de una miseria en la que deberíamos implicarnos todos los taurinos un poco más, al menos respetando su vida y oyendo sin olvidar nunca su grito desgarrado de libertad.
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