Esta expresión, más de una vez, la hemos pronunciado mi inseparable Fermín el fotógrafo y yo mismo cuando hemos ido por esos pueblos de Dios a ver los toros y sobre todo al ver la falta de un personaje tan significativo para la Fiesta como es el ganadero de Carrión de los Condes, Simón Caminero Ortega. Casi encerrado allá en la Cigoñera de Palencia, a la vera ribereña del río Carrión, con el graznido de los pavos reales y el mugido de berrendos, vacas y toretes, a Simón ni lo hemos vuelto a ver el pelo por esos andurriales donde antes nos encontrábamos más a menudo.
Hasta el recado transmitido a sus nietos, de afecto y recuerdo, no creo que le haya llegado por la olvidadiza memoria de la gente más joven que pone poco interés en los recuerdos y en agasajos de palabra, al cruzar en los toros de la última feria de Valladolid con su hija y nietos por el paseo de Zorrilla.
Simón Caminero, el patriarca afable, dicharachero, vital y resabiado al que aprecio sinceramente desde que le conozco por la amistad honrada y cabal con que siempre nos hemos tratado recíprocamente, le echo de menos en algunas de esas localidades a las que tanto trabajo profesional entregó. Por ejemplo Pedrajas de San Esteban, el pueblo pinariego hermano de Íscar que sigue celebrando un certamen de novilleros con caballos de gran proyección para el circuito, que él mismo inventó y puso en marcha. No he vuelto a verle ni oír su palabra tranquila, pausada, irónica en ocasiones y satírica en otras ante la situación por las que viene atravesando la fiesta de los toros en la actualidad.
Sé que allá por la Cigoñera cuando canten los mirlos y croten las cigüeñas que no emigran de la zona, irá con su pausa andariega Simón para echar de comer a los toros, dar una vuelta por los cercados, revisar las parideras, sentir el sonido de los cencerros de sus berrendos en colorado y recordará a veces su vida dedicada a la causa taurina bien poco agradecida por cuantos tienen la posibilidad de reconocer su trabajo, cuyo peso mayor en estos momentos llevan sus hijos Pedro y Jesús, sin desdeñar a esa mujer, compañera de risas y llantos, que es María Jesús Pérez.
No sé por qué tengo yo con esta familia un afecto especial, sobre todo con este patriarca setentón, viejo y canoso de pelos largos, que con su gorrilla campera impone todavía con la voz de su acción y de su obra para la causa taurina de la provincia de Palencia.
Desde aquí recordarte en la expresión del titular de este comentario por haber dejado prácticamente la función de toros. Que sepas, amigo, ¡cuánto se te echa de menos!.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
María dice
Sin duda que se le echa de menos yo tuve la ocasión de visitar su ganadería, siendo mi esposo concejal de festejos para contratar con el los festejos del pueblo, y comprobe lo grande que era pues yo como gran aficionada a los toros le vi por muchas plazas incluida la de valladolid, ahora es su hijo. Pedro, y sus nietos la última vez que le vi fue en Medina de río seco, se merece un gran homenaje