Pues sí. Otras obligaciones me impiden estar hoy en Santander como hace años, contando la feria de Santiago y hablando con esos amigos que tanto arraigo amistoso hicieron siempre con nosotros. Hoy falta el bueno del maestro de escuela de Rioseco, Lorenzo García, fallecido recientemente y que era uno de los habituales año tras año, para estar en el Coso de Cuatrocaminos con su sombrero inconfundible de ala ancha y acompañando alegre y sonriente al matador que salía a hombros de la plaza.
Hoy en plena feria de Santander, lejos de allí, se me agolpan los recuerdos de la gente buena que siempre me acogió para hacer mi trabajo de divulgación, especialmente Constantino Álvarez cuando regía la sociedad administrativa del coso taurino. O Rafael Rueda «junior» que me facilitaba extraordinarias fotografías para ilustrar mis crónicas y que también pasó a la eternidad por culpa de un ictus que se lo llevó pronto y joven.
Todo pasa y nada queda como dice la canción. Pero Santander, el coso de Cuatrocaminos es inolvidable para mí por los momentos que he pasado en él viendo toros y contando las evoluciones de los toreros en la arena barrosa y oscura de su piso de plaza, con los hierros ganaderos pintados en sus andanadas mientras revolotea una gaviota al atardecer.
Están en fiestas de Santiago los santanderinos y para ellos es su feria grande, el momento de la alegría y la amistad. Desde la distancia desearles los mejores éxitos y a Gema Igual, la alcaldesa, animosa y taurina, suerte en el desempeño de la labor municipal.
Con el mejor deseo con esta fotografía de Luis PALOMEQUE en la tarde de ayer cuando empezó la función y paró el paseíllo para oír el himno nacional de España y hasta el sol rompió las nubes que lo acechaban. Es Santander, la feria del Norte.
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