Sangre, sudor y lágrimas en esta ocasión de alegría las derramadas por Damián Castaño en Céret, tras su faena a una peladilla de las de antes, un toro conformado, cuajado, hermoso, bravo y encastado de Saltillo.
Sus compañeros de terna, Sánchez Vara y Máxime Solera se fueron con los aplausos del respetable por la magnífica tarde de toros, de esas que dicen se daban antes y que ahora están casi olvidadas por el público.
Dominar una fiera de estas características no está al alcance de cualquiera, solo de unos cuantos elegidos como ayer demostró Damián Castaño en la localidad francesa, el torero leonés de Salamanca, duro como piedra berroqueña y valeroso como él solo.
Me alegra profundamente por la oreja, cortada a ley en Céret que seguramente no tenga el reflejo posterior en su vida profesional de contratos y llamadas, pero de lo que no cabe duda es de la entrega a una profesión, dura y complicada, navegando en una barquilla de las que no quieren montar mucho otros compañeros. Y sin embargo, este torero sigue enseñando y abriéndose paso en un camino preñado de dificultades.
Por eso es preciso reconocérselo.
Fotos; Mikael Fortes
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