Pues nada que, a falta de pan, buenas son tortas. He seguido por la cadena de televisión dedicada a los toros los dos festejos que se han retransmitido en directo desde Ubrique, esa bellísima y acogedora localidad gaditana donde un viejo amigo, Jorge Bayón, lanza sus sones musicales de amor en la sierra por esos riscos de Cádiz y Grazalema.
Los dos festejos en la modalidad de abreviada corrida de toros, al lidiarse tan solo cuatro ejemplares cada tarde en lugar de los clásicos y tradicionales seis, pertenecientes a las acreditadas ganaderías de Jandilla y Cuvillo fueron lidiados, banderilleados y muertos a estoque por los diestros: Pablo Aguado; Rafael Serna; Diego Urdiales y David de Miranda con el resultado artístico que todos cuantos siguen los toros pueden comprobar.
Es verdad que muchos aficionados llegarán a decir que al tratarse de una plaza de tercera, las reses estaban suficientemente bien presentadas para el escenario en el que se corrieron. De acuerdo. Pero también debería haberse dicho algo más en la elección del ganado, con una presentación ajustada, flojos en general, con escasez de fuerza y transmitiendo escasa emoción durante toda la tarde por su previsibilidad. Ahora bien, cantar el resultado de estos dos festejos como la panacea de la belleza y la emoción, dista mucho de la realidad, pues hasta para los doctos y entendidos comentaristas de la corrida se deslizaba algo de aburrimiento en sus intervenciones.
Los cantos de sirena, adormecedores y escasos de proyección, como el decir que se reconstruye el toreo en la gira cuando no es así. Es un tentempié escaso para lo que en realidad precisaría la fiesta por su recuperación total. No obstante tiene su mérito indudable haber llegado a presentar en el escaparate público la celebración de corridas aunque sean mermadas en sí mismas. Eso nadie lo discuta. Pero en la cuenta de resultados final eso son migajas que no palían el hambre de este mundo tan poco voraz y padecido.
Que no se pinte de éxito soberano la «gira de reconstrucción»,-qué denominación más ingrata-, sino de una tirita, un parche, en el tremendo reventón de la herida y rueda taurina.
Pero como todo, la Tauromaquia es excelsa en sí misma y ayer domingo pudimos ver a un torero que se recuperó de una terrible cogida sufrida en Toro (Zamora) un día de San Agustín y que nos sobrecogió el alma a cuantos la vimos, reapareciendo en 2018 en el mismo coso. Pudimos ver, digo, a este valiente torero onubense, firme, templado con el sitio y lugar de un torero de los buenos, maduros y selectos de verdad, que señaló naturales de belleza sin igual a un bravo y noble cuvillo que cerró el festejo.
En fin. Todo lo que quieran, con balance positivo, perfecta organización empresarial sanitaria de distanciamiento, y con «amor en la sierra» allá en Ubrique, la piel artesana del toro, pero con esta metódica selección de las reses que no dice casi nada a cuantos esperamos ver la emoción de un toro de lidia ser sometido por un diestro torero. Eso sí todo sea en aras del espectáculo. Pero, ay, olvidando casi siempre que sin toro, no hay fiesta.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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