Cumplidos los 25 años de alternativa por el torero vallisoletano, elegante, fino, agitanado y miedoso que sonríe con gracia y maneja la muleta como un artista cuando la res lo permite, David Luguillano anda toreando festivales porque las corridas de toros están más que ocupadas por un grupo de compañeros, señalados por la fortuna, la suerte y la demanda.
Me da no sé qué que los toreros de Valladolid que gustaron las mieles del éxito tiempo atrás, en activo no se junten en un cartel en su tierra, como han hecho en Guijuelo (Salamanca) con Del Álamo, Javier Castaño y el recién toricantano Alejandro Marcos. Y así Joselillo tenga que torear en Cenicientos una corrida de las de aúpa para Nuestra Señora; Luguillano en festivales sin picadores, bajando el listón de su categoría y tan solo la recuperación de Manolo Sánchez en la feria de Valladolid por su aniversario de cuarto de siglo sea nota destacada en esta temporada. Leandro se retiró y Raúl Alonso bastante tiene con llevar a los chicos de la escuela taurina de Rioseco. En fin el bagaje no es muy halagüeño especialmente para ellos.
A David Luguillano lo esperan en Carbajosa de la Sagrada, mano a mano, con Óscar Higares el día 15 de agosto; en Pedro Bernardo junto a Serafín Marín y Miguel Ángel Pacheco el 17 y en Atienza con Filiberto el 19. Tres fechas de una completa semana torera de festivales sin picadores.
Los toreros de Valladolid en estos momentos de temporada están casi, como suele decirse, en «stand by» sin que la llamada querida con anhelo, preparación y esperanza llegue a su término para actuar en una corrida de toros.
En este diario digital hemos recibido, a raíz de los carteles de feria vallisoletanos, numerosas opiniones de lectores y seguidores que hacían mención a lo de siempre con la expresión sota, caballo y rey en la confección de su programación, instando a cambiar de registro o modificar el existente, sin tener en cuenta que muchas veces hay que aunar criterios diferentes de unos y de otros, conjugar actitudes dispares y de muy difícil consecución y, en todo caso, sustituir la entrega y afición desmesurada de otros tiempos para paliar los graves condicionantes económicos actuales.
La Fiesta de toros ha evolucionado y bien que se nota, pero sigue aún a trancas y barrancas en su vigencia dura, complicada y difícil. También para cuantos trabajan en ella y por ella.
Nosotros, desde aquí, desde esta sencilla y humilde tribuna, ayudar cuanto podamos a quienes han caído ya en esa mala racha del pozo airón del semiolvido porque, tal vez y en ocasión afortunada, uno pueda contemplar la grandeza de ser torero aún en un festival taurino sin picadores.
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