El tiempo y la experiencia van íntimamente unidos. Por un lado el paso inexorable de días y horas hacen que la vida de las personas vaya cimentando su carácter, pausado y despacioso en contraposición de aquel de años jóvenes espontáneo, vivaz y a veces loco.
Las canas de la experiencia son la muestra evidente de la llegada a una madurez vital, reconocida a simple vista. Hoy he mirado la historia de un torero de Valladolid, en activo aún, dispuesto a jugársela ante un toro bravo y a soñar lances de quietud y pasmosidad.
Se trata de David Castro González, Luguillano, el hijo de Clemente, hermano de Jorge y sobrino de Santiago, todos ellos conocidos por mi persona, tratados y respetados por su aportación a la historia de la tauromaquia y a quien mi padre, q.e.p.d. distinguía como uno de los toreros más artistas y especialmente plantado del escalafón.
David «Luguillano», el torero del duende gitano, resto de una saga que fue merecidamente homenajeada en Valladolid por la Federación taurina en sus jornadas culturales, me hizo sentir el toreo de belleza y riesgo; miedo y entrega; huida y deserción; turbación y renuncia… Todo junto, todo unido, todo revuelto, todo inquieto, todo arte.
Bien justo tiene el reconocimiento de la afición a la causa de la Tauromaquia desde que en la Plaza de San Juan, allá en un localillo practicaba el toreo de salón, o en la playa de las Moreras, mecía el capote al viento soñando la media verónica grácil, sutil, esbelta y mandona o templaba con la muleta agarrada suavemente por su mano huesuda, enjuta pero grande con la que tantos saludos ha devuelto para dar un natural ceñido, ajustado y completo.
Luguillano es el decano de los toreros en activo de Valladolid, al que el recuerdo de sus comienzos en la plaza del paseo de Zorilla forjan su vida y su leyenda. Y él sigue haciendo vida siempre de torero, entrenando, toreando, haciendo campo, preparando su cuerpo y su ánima a los difíciles trances de la torería para que salga la magia a relucir el día de la corrida. En resumen, vivir y sentirse torero. «Cuantos más años pasan, si te encuentras fuerte físicamente, mejor para un torero, siempre y cuando como es mi caso, te entregues plenamente a la profesión»., dice-
Ahora que ya afloran las canas de la experiencia venerable en su cabeza es muy posible que se le pueda ver torear de nuevo en Madrid, el sueño de Luguillano, que además cuenta con una Peña en la ciudad del Pisuerga que le sigue, le aprecia, le valora y le estima. Vino viejo en odre nuevo para servir y paladear otra vez más.
También es preciso dejar dicho en este pequeño reportaje de un torero, un hombre como los demás, que la empresa Casta Comunicación de Javier G. Celay ha editado un cortometraje audivisual titulado «Luz, sombra y misterio» dedicado a David y su historia y en el que entresaco como resumen de su vida torera que el arte es inconformismo con lo existente, con la realidad, porque no se explica ni se puede explicar, tan sólo se pasea despacio.
Gracias, David, por tu torería.
(Foto: José Salvador)
Deja una respuesta