Y eso que se llenó el Coso vallisoletano del paseo de Zorrilla de espectadores deseosos de contemplar de nuevo el triunfo de los toreros, tras la ilusionante tarde del pasado día 4, la gracia que atesora Morante de la Puebla que hoy ha estado perdido y desmadejado en su concepción del toreo de gracilidad, encaje y belleza, dando un parco y escaso espectáculo, y un auténtico sainete antirreglamentario con la espada, ante las muchas personas del público que lo tienen en el viril de un pedestal, porque los toros, siete toros, de Zalduendo lidiados y otro sobrero de las Ramblas han sido deslucidos, flojos, sin fuerza, descastados y acusando mansedumbre varios de ellos. Tan solo López Simón ha puesto algo más de su torería ante su lote lo que le valió el premio de una oreja del burel «tabardillo», un cinqueño de feas hechuras al que sometió bajándole la mano en un par de series poderosas que destaparon los olés del público en una faena de más a menos que terminó con pinchazo sin soltar y estocada entera. Por su parte Sebastián Castella, valiente toda la tarde y pisando los terrenos comprometidos cortó otra oreja al quinto, más por el esfuerzo e interés del torero que por bravura del torete.
Casi todos los toros del encierro fueron pitados en su arrastre por el respetable.
Y como dice el dicho que días de mucho, suelen ser vísperas de nada, la corrida de esta tarde, segunda de la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo ha sido anodina, con poca chicha y nada de limoná. De esas que luego resulta muy difícil y complicado hilvanar un comentario de ciento veinte o ciento sesenta líneas, salvo que uno se fije en anécdotas extrañas al festejo como el llanto desconsolado de un chiquillo que en la grada baja de sombra pedía a su padre o abuelo que no discutiera con el vecino. Su llanto obligó a la intervención de la policía que sacó a los dos del asiento que ocupaban y acompañarlos afuera del recinto, más por el escándalo que suponía y el desgarrador berrinche del infante que puso a más de uno los pelos de punta por el gran desasosiego.


Hoy en Valladolid ha asomado el pañuelo verde en dos ocasiones mandando al corral al tercero, de nombre «simpatía» que no tuvo ninguna sino flojera evidente, pues al salir del caballo se trastabilló el animal, cayéndose, y como un resorte apareció el pañuelo verde en el palco. Y también lo hizo con el «veterano» que hacía cuarto de la tarde esta vez esperando un poco más hasta que ya fue imposible al usía, Manuel Gutiérrez, mantenerlo en el ruedo por más tiempo.
En cuanto a los integrantes de las cuadrillas destacar la brega de Chacón en el segundo de la tarde, del picador José Doblado en el quinto y los pares de banderillas de Chacón y Vicente Herrera, que saludaron desmonterándose ante los aplausos del público.
Poco más de historia tiene la corrida de esta tarde en Valladolid, aburrida y de un palco más que generoso, salvo unos estatuarios de Castella; el toreo de mano baja de López Simón y el intento de Morante con la mano izquierda mientras al de las Ramblas le duró el fuelle. La bronca para Morante por entrar a matar de nuevo sin sacar el estoque del intento anterior, seguramente por desconocer el reglamento taurino que rige en Castilla y León, aunque ya se sabe que en esto de los toros como hay tantos reglamentos en las distintas comunidades autónomas, a veces los toreros deben llevar de ayuda a un licenciado en derecho para que les expliquen el contenido de la reglamentación de cada lugar. Y ya se sabe que una mala tarde la tiene cualquiera y días de mucho, vísperas de casi nada. De eso anda sobrado el misericordioso y buen público vallisoletano que llenó la plaza y salió decepcionado del festejo.
FICHA DE LA CORRIDA:
Plaza de Toros de Valladolid, 8 de septiembre.
Lleno. Tarde espléndida de sol, luz y calor.
Seis toros de Zalduendo, más uno como sobrero, y otro de las Ramblas como segundo sobrero, en sustitución de los devueltos corridos en tercer y cuarto lugar, para Morante de la Puebla, bronca y aplausos; Sebastián Castella, aplausos y oreja y López Simón, oreja y aplausos tras petición.














FOTOS: José FERMÍN Rodríguez
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