Hay muchas personas que cuentan en reuniones públicas, conferencias, libros, artículos y escritos, actividades y hechos ajenos reproducidos luego en las redes sociales, con el consiguiente efecto multiplicador por el acceso de unos y de otros. Cuando antes se explicaban solo en las páginas entintadas de un periódico si eran escritas, o habladas si aparecían en una mesa de cualquier tertulia, ahora el cambio por la moda modernista es evidente. El caso es que desde que el mundo es mundo, el hombre y la mujer tratan de arrimar el ascua a su propia sardina, para su provecho y nunca para su perdición, aunque luego las circunstancias en ocasiones los lleven a ella.
Cientos y cientos de acciones son elevadas al rango de leyenda, sin más comprobación que la propia del hagiógrafo, del autor del relato, o del mismo escritor que recoge el dicho popular, el hecho erróneo o cierto, lo recocina en su magín, lo da vueltas y revueltas, lo adoba a su manera y lo expone como capítulo de fe. Y todo aunque se trate de la mayor de las mentiras, o de la más abyecta acción contra la memoria de alguien. Claros y nutridos ejemplos de esto tenemos en los últimos tiempos a nuestra disposición según sea el amanuense de inclinado a favor o en contra del retratado.
Acciones de los hombres y de las mujeres que no dudan en ocasiones para despellejar al objetivo de sus miradas están a la orden del día. Hoy prácticamente abundan programas de las televisiones que nos abruman todos los días contando vida y miserias de personas, por quien ni ha estado allí, ni sabe si ha sido así o asá, pero que contándolo con convicción parece más digerible al influenciable y acogedor espectador.
Y esto también ocurre entre personas dedicadas a la tarea del mundo taurino, bien sea la profesional por actividades relacionadas con la fiesta de toros, ya por la función periodística que despelleja y deja en carne viva la piel de aquellos a quienes desea criticar o afear sus acciones. Es muy difícil que partidarios de esta o aquella conducta, actuación u obra negativa y contraria a muchos otros interesados, afeen a su autor cuando está palmariamente equivocado, sino que siguen en el reconocimiento y justificación por lo hecho, sea lo que sea, sin comprobación personal, dando por sentado y determinado el juicio con los prejuicios innatos de su personalidad.
Claro ejemplo el de algunos periodistas, críticos y colaboradores taurinos. Si reciben el parabién, el reconocimiento, la invitación y la distinción de un famoso diestro o de un empresario, entonces le aplauden hasta por las intenciones, el error se lo minimizan y el acierto se lo magnifican, hasta términos insospechados. Pero si no obtienen el objetivo previsto, entonces las cañas se vuelven lanzas, por lo que aquello que antes era beneficioso, pasa a ser perjudicial en un brusco cambio de interés o apetencia, inmiscuido en la misma actitud humana, con la aviesa intención de derribar al antes idolatrado y si no, al menos roerle el calcañar de su vida. Más ahora con los innumerables e incontables blogs y páginas taurinas, egoístas en muchos casos, que expanden mentiras interesadas y noticias manipuladas a troche y moche.
Lo más fácil es despellejar con la palabra, zaherir, incordiar, satirizar o escarnecer. Pero siempre he creído que lo difícil es saber comprender al otro, entenderle, reconocer, ponderar y elogiarle en todos los sentidos.
Por eso, y en conclusión, nadie espere encontrar aquí en este periódico digital otra cosa más que análisis razonables, escrupulosidad objetiva y también lisonjas, signos y bendiciones hacia cuanto nos admira de este mundo de la tauromaquia y de la obra humana que la sustenta, estimación y aprecio por las cosas bien hechas y siempre con el respeto para todos y cada uno de sus protagonistas. Otra cosa no se espere hallar ni descubrir aquí.
Fotografías: José Fermín Rodríguez
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