En la corrida que prometía ser un duelo entre los dos grandes de los respectivos escalafones, conformada en la localidad salmantina de Guijuelo, como broche de feria, se han lidiado tres toros de Ángel Sánchez para rejones, terciados, el primero muy protestado por la falta de trapío, nobles, y tres del Vellosino, terciados, de escaso trapío y con poca cara, que auparon en hombros a Ventura y al Juli tras cortar entre ambos cinco orejas. Dos el caballero rejoneador y tres el diestro de a pie.
Lleno en los tendidos, sol de justicia, animación, alegría, buen humor y deseos de pasarlo bien por un público bueno, animoso, generoso y sentido que siempre estuvo con los protagonistas del festejo mixto en el que actuó de sobresaliente Salvador Ruano.
La corrida no comenzó bien, pues el anovillado torete que abrió plaza fue muy protestado y, tras su rejoneo que se silenció, el público pitó en el arrastre al toro. El segundo, un toro más cuajado, más hecho, más toro en una palabra Ventura le cortó una merecida oreja, pero donde estuvo muy bien fue ante el tercero de su lote, ofreciendo una gran faena, excelente doma, entrega y pasión que despertó la admiración del respetable. No obstante, pese a fallar con el rejón de muerte, se le pidió la oreja que le fue concedida y que le permitió salir por la puerta grande.
Juli estuvo en maestro, con ganas casi de novillero, demostró por qué se encuentra en el lugar que ocupa. Entregado, pleno de temple y torería, citando y ofreciendo faenas variadas muy aplaudidas que luego no refrendó con la estocada final, pues pinchó tanto al primero como al sexto, antes de lograr la estocada entera que los mandó al desolladero. Sin embargo, enfrentarse un gran maestro como es Julián con los toros del Vellosino de hoy, demasiado chicos, con cabezas de poco fuste y bajos de trapío, desmerece a mi juicio la grandeza que siempre debe adornar a un torero consagrado e indiscutible frente a un enemigo de su talla, pero en fin, así son las cosas. No me extraña que luego algún canónico taurino haya gritado hoy: «¡figurita de papel!».
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
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