Conozco un buen amigo en Segovia, extraordinario aficionado con el que en alguna ocasión he compartido mesa en tertulia y escuchado atentamente en cuantas intervenciones acudía a recibir su magisterio, su preparación y su sabiduría siempre profunda, meditada, llena de apasionamiento y verdad por la fiesta de los toros. Se trata de José Luis García, un segoviano de pro, que presidió durante muchos años la plaza de toros de Segovia, hoy llena de costra, salitre y destrucción por múltiples circunstancias y en la que ni se dan corridas de toros, salvo la del día de San Pedro, ni hay perspectiva de recuperación de lo que fue una emocional e importante plaza en Castilla y León.
Cada vez que lo veo, nos saludamos afectuosamente porque ambos estamos en el mismo carro del que todos deberíamos tirar en un sentido mucho más abierto, claro, diáfano, esperanzador, realista y objetivo. Ahora lo veo en alguna plaza en la que coincidimos armado de una cámara fotográfica con la que retrata todos los momentos de las faenas de los diestros toreros anunciados. Su archivo gráfico a buen seguro le servirá para hacer mejor el análisis, la composición de lugar y la explicación a los por qués que en toda lidia una y otra vez se plantea el aficionado.
Pues bien, el día de San Juan, día grande en aquellas localidades en donde se corren toros, leí una crónica comentario firmada por Paco Cañamero en su «Glorieta digital» relacionada con la plaza de Segovia y titulada «Cuando el rey iba a Segovia» y en un párrafo que reproduzco se dice: « la histórica capital de Segovia, que desde hace tiempo ve frenada la celebración de corridas de toros en su patrón, San Juan. Segovia, ciudad que sigue la Fiesta con intensidad y cuna de cientos de aficionados, no ha programado ningún espectáculo en su día más solemne. Diferencias entre la subvención municipal con las empresas interesadas han acabado por arrojar al río turbio de la desidia la que fue una corrida que tuvo eco en todo el mundo. Una corrida que desplazaba hasta las sombras del Acueducto a los grandes aficionados de Madrid y localidades limítrofes, como Valladolid, Ávila, Salamanca…Porque la corrida del día de San Juan en Segovia era como la del Corpus de Toledo; la de San Fernando, en Aranjuez… con la aureola de la una tarde de toros señera».
Segovia, la plaza más que bicentenaria, orgullo y recinto sagrado de Tauromaquia tantas y tantas tardes, levantada allá en el camino de la Granja, no es capaz de abrir el cerrojo de sus portones para que los aficionados disfruten de lo que fue una singular cita en el calendario taurino de Castilla. Nada más y nada menos que la corrida de San Juan.
Desgraciadamente San Juan en Segovia ha bajado el dedo. Ya no señala con orgullo el horizonte del esplendor, la recuperación soñada, pues es un recinto que, como Zamora y su coso de la calle la Amargura, no recupera el prestigio dejado atrás.
Y mi amigo José Luis García que tantas palabras puso en el aire y en los oídos de quien le escuchaba, desencantado con el final práctico de la plaza de sus amores, enjugará una lágrima de tristeza y emoción por la pérdida entre esos cristales oscuros de sus gafas, al llegar san Juan.
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