La verdad es que llevaban el mismo nombre los dos novillos lidiados en cuarto y quinto lugar en la primera novillada de promoción celebrada esta tarde en Valladolid. Santos Martín, el mayoral de la ganadería al que saludamos poco antes de entrar a la plaza, había bautizado con este mismo nombre, «caramelo», a los dos ejemplares y a fuer de sinceros acertó, porque los dos novillos de la ganadera salmantina resultaron nobles, acometedores, encastados y bravos, dando juego en todos los momentos de su lidia, metiendo la cara, acudiendo con un galope alegre a las telas y haciendo disfrutar a sus lidiadores, el sobrino de Ricardo Torres y ganador del zapato de plata en Arnedo, Juan Torres «Juanito», y Alberto Escudero Grande, un chico de San Muñoz en Salamanca, discípulo de José Ignacio Sánchez en la escuela taurina que dirige con tanta dedicación y acierto Juan José. Ambos salieron a hombros merecidamente al final del festejo por la puerta grande de la plaza de Valladolid.
Y vamos al relato, poco a poco y sucesivo, para recordar y contar lo visto y sucedido. Pero antes de nada, decir que la única cosa que echamos de menos fue que el Presidente de la Corrida, el inspector Pablo Holgado, no exhibiera el merecido pañuelo azul para que se diera la vuelta al ruedo al quinto de la tarde, que como su hermano de confitería resultó bravo y encastado, y que fue ovacionado en el arrastre fuertemente por el público que acudió a la corrida y que llenó un cuarto del aforo de los tendidos.
Abrió plaza el novillero cordobés Javier Moreno «Lagartijo» que se enfrentó a un ejemplar de Olga Jiménez de nombre «fotógrafo«, noble pero con poca fuerza. Intentó Lagartijo, el chaval cordobés, estirarse con el ejemplar, luciéndose en el quite y en unos lances aseados. Aunque brindó al público la faena, Lagartijo no terminó de acoplarse y de encauzar la embestida del animal, pues si le bajaba excesivamente la mano, se caía. De manera que con un pinchazo y una estocada delantera envió al desolladero al torete recibiendo una ovación del público a la que correspondió el diestro saludando desde el tercio.
A continuación actuó el sevillano Daniel Soto quien se fue a porta gayola a recibir al segundo de la tarde, dándole una larga de rodillas. Tras brindar al público la faena de muleta, se echó de hinojos en el tercio empezando así y terminando de la misma forma su valiente intervención, con una serie aceptable por la izquierda. Como con la espada no atinó, la presidencia le envió un recado en forma de aviso. Tras perfilarse de nuevo y conseguir la estocada que atronó al animal, fue aplaudido, saliendo al tercio a saludar al respetable.
José Ruiz Muñoz, el gaditano sobrino nieto de Curro Romero, y que brindó su toro al empresario Ángel Gallego, mostró sus formas y maneras toreras, con gracia y soltura, acompañando con la cadera la embestida y haciendo bonito el acompañamiento del pase. Tras estocada, el puntillero levantó a la res y el recado en forma de aviso le llegó a este muchacho que mostró una buena cintura en su toreo. No obstante el público pidió la oreja que le fue concedida.
Y salió el geñudo y bravo cuarto ejemplar al que dio unos lances Juanito y una media verónica muy aplaudida. Se le notó placeado y con conceptos toreros mucho mejor adquiridos que sus compañeros de cartel. Terminó con unas manoletinas de cierre de faena realmente ceñidas. Una estocada, bien es verdad que algo caída, acabó con la vida del toro, en tanto los tendidos exigían el trofeo para el novillero que recibiría por partida doble, garantizándole la salida por la puerta grande de Valladolid.
Picado y motivado, el quinto de la tarde en actuar el salmantino Alberto Escudero recibió con un farol de rodillas muy aplaudido por el numeroso público paisano de su peña que asistió al festejo. También el público vallisoletano contempló cómo ligó los pases, primero algo acelerado pero atemperándose a medida que transcurría la lidia, con ambas manos. Una estocada haciendo muy bien la suerte echó patas arriba al ejemplar y los pañuelos pidieron el premio que en forma de dos orejas le fue otorgado.
Cuando las mulillas arrastraban a este caramelo el público ovacionó con mucha fuerza al toro.
Y terminó la novillada con el peruano Andrés Roca Rey y un «filósofo» de la ganadería titular anunciada, bravo y acometedor pero que se rajó a medida que el torero aplicaba y sometía con su muleta de forma no muy templada la embestida. Pinchó sin soltar y a continuación logró una media tendida y trasera, recibiendo aplausos. No tuvo suerte Andrés con su novillo pero dejó claro que atesora clase y futuro.
Sonó la música de la Banda de Íscar fenomenalmente dirigida desde la andanada en las seis faenas de los novilleros donde se corrió un encierro con cuatro erales de Olga Jiménez, bravos y aplaudidos en el arrastre, y dos de los Hermanos García Jiménez, lidiados en segundo y tercer lugar, con genio, nobles y encastados y que facilitaron el triunfo de dos novilleros, Juanito y Alberto Escudero, en una tarde de sol, luz y esperanza.
Reportaje Gráfico: J. López y Pablo ALONSO
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